Si no me equivoco, era el verano de 1996. Trabajaba como FreeLancer en diversas instituciones del Gobierno Federal como grabador de sonido.
Una de ellas, y de la que me hablaban continuamente para cubrir eventos o giras, era en Presidencia de la República.
Desde luego, la influencia y los amigos que dejó mi padre en esa instancia, me facilitaba el llamado para esas actividades, que además me gustaba mucho.
Era la administración del presidente Ernesto Zedillo. Me llamaron porque había que cubrir una gira por el estado de Chihuahua. Tras esa gira, el Presidente se trasladaría a Alemania y Dinamarca a una gira internacional y ante ello el equipo de planta se había ido de avanzada a Europa, por eso me pidieron a mí cubrir ese viaje a Chihuahua.
Primero viajamos a Chihuahua capital en el TP 01 y ahí abordamos el helicóptero para trasladarnos a una comunidad llamada Cuauhtémoc en plena Sierra Tarahumara.
En el helicóptero del Presidente iban el gobernador de Chihuahua Francisco Barrio, el General Enrique Cervantes de la Defensa Nacional, Carlos Rojas de Desarrollo Social y Francisco Labastida entonces titular de la Sagarpa, el General Roberto Miranda, Jefe del Estado Mayor Presidencial, además del pool de prensa conformado por dos camarógrafos, dos fotógrafos, un reportero, un estenógrafo y un grabador (que era yo).
Antes de abordar el helicóptero de regreso a la ciudad de Chihuahua, el presidente Zedillo pidió a los Secretarios y al Gobernador que se fueran en otra nave y ordenó que los periodistas de la fuente se subieran con él al suyo.
Se hizo el cambio. Entre los periodistas iba Joaquín López-Dóriga, quien en ese tiempo hacía la crónica presidencial para el Heraldo. Iba Juan Arvizu de El Universal, Enrique Méndez de La Jornada, Abraham Zabludovzki de Televisa, Sánchez Carrillo de Televisión Azteca, entre otros que no recuerdo su nombre.
El Presidente pidió al piloto que le diera con rumbo a la Sierra Tarahumara. Iba de buen humor. Se puso a platicar con los periodistas, iban bromeando.
López-Dóriga le espetó: “¿Ya felicitó a Juanito (Arvizu), Presidente?”
Ernesto Zedillo le preguntó por qué.
“¿Cómo? ¿No le han dicho? Ganó en Premio Nacional de Periodismo por crónica”, le respondió.
Zedillo, se burló. Le dijo que si era por una crónica que había hecho en donde aseguraba que él había piloteado el avión presidencial, entonces no lo iba a felicitar.
Todos rieron.
Entonces el Presidente ordenó al piloto aterrizar el helicóptero en lo más alto de la sierra. “Mira allá hay un clarito, ahí quiero que bajes”.
Y giró otra instrucción, pero ésta al general Miranda: “Que nadie baje, General, sólo nosotros”. Roberto Miranda replicó la orden y pidió que los demás helicópteros se alejaran.
Y aterrizó. Bajó. Pidió a fotógrafos, camarógrafos y grabador no registrar nada: “si quieren bajar, bajen, pero sin equipo, no quiero registro de esto”.
Obedecimos la instrucción y sí bajamos.
Ernesto Zedillo caminó casi hasta la orilla se puso la mano derecha en la frente para cubrirse del sol, se quitó los lentes y nos dijo a todos los que estábamos ahí: “Miren, señores, desde aquí se ve todo México. Quería que lo vieran por eso pedí que se vinieran conmigo”.
El paisaje era inmejorable. Se veía el cielo celeste, abajo un campo verde hermoso. Al frente se veía todo. Quizás sí, quizás desde esa altura, que era lo más alto que se pudiera subir. Desde ese punto que se veía un panorama que jamás he vuelto a ver, desde esa montaña, en ese momento y con las personas que estaban allí, quizás sí, se podía ver todo México.
En cinco palabras: Pero no se veía Tamaulipas.
PUNTO FINAL.- “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”: Sigmund Freud.
Twitter: @Mauri_Zapata