Ya no novedoso echarle la culpa al pasado cuando algo sale mal.
Ya nos acostumbramos a que el éxito es propio y el fracaso es de “las pasadas administraciones”.
El tema de hoy es un fracaso llamado Correcaminos, al cual también
Sin embargo, vemos que ese equipo verde limón es una vergüenza y quien lo maneja, es un tipo sin el menor amor por los colores, la historia, el nombre y la ciudad. Es más ni vive aquí (no se trata de Sottil el del ITCA, este es otro que tampoco vive en Victoria).
Por lo pronto dejan a un Correcaminos en terapia intensiva. Un Correcaminos desquebrajado. Un Correcaminos sin espíritu, sin identidad y sin un buen manejo. Un Correcaminos maltrecho.
Las decisiones que se toman allí son pensadas con el hígado. Los directivos no saben a qué le apuestan y su soberbia tiene a los jugadores a disgusto.
Así que…
No se sigan ilusionando con un equipo que nació para el fracaso.
No se ilusionen con un equipo que da una de cal por mil de arena.
No se ilusionen con un equipo que su mayor logro fue hace más de 30 años. No se ilusionen con un equipo destinado al circuito de ascenso; mal manejado y con directivos soberbios y arrogantes.
Pobre Correcaminos, tan lejos de ser un equipo de primera.
Los que pudieran merecer un aplauso son algunos aficionados. Y digo algunos, porque muchos son villamelones, son aficionados de liguilla, que solo apoyan en las buenas, porque en las malas se olvidan del equipo y eso no es ser un verdadero aficionado.
Pero esos pocos verdaderos hinchas se merecen un monumento, le tienen una fe absoluta a su equipo, han sido pacientes, pero no es cualquier tipo de paciencia, su paciencia lleva 30 años, no cualquiera aguanta tanto.
Es admirable como sufren sin falta cada seis meses, su masoquismo y quizá hasta su ingenuo o iluso sueño, también, dos veces al año. Es admirable el sacrificio que hacen cada 15 días y ahí están siempre fieles a sus colores.
Y es que, si bien son cada vez menos, los que van, ahí están cada partido apoyando a un equipo falto de amor a la camiseta, a los colores, a la institución que representan, a la ciudad que se supone simbolizan.
Correcaminos no sólo tienen (o tenía) los mismos colores que la selección de Holanda, sino que la rebasan por sus fracasos futbolísticos, pero los aficionados ahí están, no faltan.
Son como el Querétaro, igualitos en mediocridad, faltos de planeación, proyecto y estructura. Pero los hinchas ahí están siempre con el famosos “Correcaminos, tun, tun tun…”.
Sí, atrás quedaron los tiempos de Pepe Treviño, Lucho González, El Chato Ferreira, Sambulá, Smith, Mendieta, Rubio, Cabrera y compañía.
De estos Correcaminos sólo se sabe de 22 años de ridículos; de finales perdidas, de intereses políticos y personales, de muchos torneos sin liguilla; de pobre futbol; de récord de puntos y de poca efectividad en la fiesta grande.
De fraudes tipo Abalsamo, Ulises González, Luciano, Sosa; de no generar futbolistas de fuerzas básicas; de repartir promesas y de junior’s jugando a administrar el futbol.
Penosamente eso es Correcaminos, un club que le ha visto la cara a su gente durante años y años y que cínicamente parece lo seguirán haciendo.
Es por eso que los hinchas naranjas merecen un aplauso por todo lo que han aguantado, ojalá algún día los dirigentes se pongan de pie y le brinden una ovación por mínima que ésta sea.
En Cinco Palabras: Ni los directivos lo quieren.
PUNTO FINAL.- “Aunque nos olvidemos de olvidar seguro que el recuerdo nos olvida”: Mario Benedetti.
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