Apenas eran las 10:00 de la mañana y los números no cuadraban, eran adversos, a pesar de que el operativo había comenzado muy temprano.
No había tiempo qué perder. El escenario empezaba a oscurecerse, de hecho no daban crédito.
En el “cuarto de guerra 1” se ordenó apretar el paso y pidieron cruzar números con el “cuarto de guerra oficial”: las cifras eran similares y, si bien, todavía no se encendían los focos rojos, las luces amarillas estaban parpadeando.
Hubo un Plan A que no estaba funcionando.
Una voz ordenó aplicar de una vez el Plan B y el C.
Nuevamente cruzaron información en los dos cuarteles. El número uno estaba votando y alguien señaló que tenían que esperarlo para que él ordenara cambiar la estrategia.
Al otro lado de la línea otra voz gritó: “no, no hay tiempo que perder”.
Y entonces comenzaron por el “B”. Cada dependencia tenía que hablar con sus empleados para impulsarlos a acudir a las urnas.
Otra más tenía que hablar a los proveedores y hacerles la invitación.
Una más obligó a los operadores que andaban fuera de su zona a regresar inmediatamente, votar y después retornar a su órden de trabajo de ese día.
Así, algunos tuvieron que regresar de Mante, Altamira, San Fernando, incluso de Reynosa y Tampico, entre otros.
La situación comenzaba a ponerse colorada y la desesperación cundía en el cuarto de guerra tricolor a donde había tantos generales y tantas ordenes que pocos cumplían.
Ahí todos querían mandar. Todos daban instrucciones. Todos estaban desesperados hablando por teléfono; buscando votantes hasta por debajo de las piedras.
“Carajo, pero no sólo díganles que vayan a votar, hay que decirles por quién votar, que no entienden”, dijo el principal mandamás cuando llegó cerca del medio día, cuando comenzaba a hacerse tarde.
Y es que a él mismo le habían dicho que debía ir a su casilla a las 8:30 y regresar de inmediato a Victoria, pero otro “estratega” le dijo que no, que fuera a las 11:00, que no pasaba nada y a él se confió.
El día había sido tenso y se tensaba cada vez más.
“¿Cómo vamos?”, preguntaron al enlace en Tampico.
“No me cuadran las cifras, señor. Lo que yo tengo es un 2-1 adverso”, le dijo el enlace.
“¡Puta madre! ¿Cómo que 2-1? No puede ser”.
Comenzaron a alterarse.
Mientras tanto las llamadas seguían desde un cuartel y otro.
El conmutador principal se saturó: “le hablamos para ver si ya fue a votar, de no hacerlo, lo invitamos a que vaya, recuerde que tiene hasta las 6:00 (pm) para que pueda ir a votar”, decía la voz femenina.
La intensidad bajó de nivel en el cuarto 1, y es que llegó una estadística más alentadora, “vamos ganando por dos puntos”. Revisaron las cifras y no cuadraban con los operativos que estaban en los municipios.
“Con esto nos vamos”, dijo el “number one”. “Esta es la buena. Confío en ellos”, dijo
Los ánimos se calmaron y a pesar de que los números que daban los enlaces diferían mucho de la empresa encuestadora, aunque seguían desesperados.
En las distritales iban muy abajo. “A estas alturas eso ya es lo de menos”, dijeron, hay que darle a la grande.
Los nùmeros en las municipales también no eran tan positivos. “Vamos a ver qué pasa”, comentaron ya más resignados.
“No hay de otra, vamos a madrugar y alargar esto”, fue la última órden que dieron.
“Convoca a rueda de prensa a las 6:01 (pm)”, giraron la instrucción.
Prepararon la tarjeta con el discurso que ahí mismo redactaron.
“No acepten preguntas, no por ahora”, era la otra instrucción.
Se acomodaron la ropa, se peinaron, trataron de relajarse y se aventaron el “spech”.
Así fue ese día. Así lo vivieron, dicen que dicen.
PUNTO FINAL.- En Texas el Electo se tomas fotos hasta con hijos de priistas que comienzan a dejar el rencor a un lado
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