La muerte del priísta Rodolfo Torre Cantú parece inadvertida en los seis años que han transcurrido después de su muerte. Los priistas lo ven desde entonces como un “ángel” de la lucha social, pero por ningún lado se ven las expresiones propias del malogrado candidato del tricolor, ni en acciones ni en discursos de gobernantes y promotores de la lucha social. A seis años de su muerte, el sitio donde fue emboscado y sus amigos construyeron un tejaban de lámina, está enmontado. La cruces que llevan sus nombres, pérdidas están entre la maleza.
Hace seis años predominaba la consternación por la caída de Torre Cantú y se alzaba la esperanza por la llegada de su hermano Egidio a la candidatura de gobernador y días más tarde al cargo al que Rodolfo aspiró.
Seis años después, el sueño de Rodolfo, del priísta entusiasta y luchador incansable pareciera acotarse. Porque la sucesión no favoreció a los de su partido, sino a los rivales políticos del tricolor.
Y con el aniversario de su muerte se empató la reaparición del candidato derrotado del tricolor Baltazar Hinojosa Ochoa, que ante los tamaulipecos se presentó como un político resignado, que nada tiene que ver con la lucha que emprendió Rodolfo, menos con su entusiasmo y su dinámica de servicio. Su gesticulación espontánea de la amabilidad.
A la hora que hace seis años, fue asesinado Rodolfo, fue la misma en la que el candidato perdedor en la elección del 5 de junio, apareció con reporteros de medios locales, regionales y nacionales, para expresar las justificaciones de su derrota y la resignación por los resultados obtenidos en las urnas. Y la impotencia ante la aplanadora de votos.
El desayuno rueda de prensa tuvo como escenario el mismo lugar donde en noviembre del 2015, Hinojosa Ochoa se reunió con los ganaderos tamaulipecos, a quienes en su discurso triunfalista, les espetó, ahí les dejo mi propuesta y les recomendó que fueran a ver al candidato de enfrente, es decir la de Acción Nacional, Francisco García Cabeza de Vaca.
Los dirigentes de la Unión Ganadera Regional de Tamaulipas, además de refrendarle su irrestricto respaldo, organizaron un evento que a ninguno de los gobernadores priístas, de los últimos años, le ofrecieron cuando estos aspiraron a ese cargo.
Hace seis años corría por Tamaulipas el dolor por la pérdida de Rodolfo. Hoy los priistas, no los tamaulipecos, lloran la derrota de su partido. Añoran desde hoy, las canonjías propias del poder durante el maximato priísta en esta entidad.
Pero sólo para justificar a los priísta tamaulipecos en su derrota, guardando las debidas dimensiones, es saludable recordar que ante la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta, surgió la candidatura de Ernesto Zedillo el último Presidente de la “dictadura perfecta” y, al concluir el mandato de este, los mexicanos decidieron cambiar de partido y votaron por el Presidente botudo Vicente Fox Quezada.
Quizá son meras coincidencia, ante las que los especialistas de los partidos que luchan por el poder, están cegados, porque los reveses de la historia humana son irreverentes e incomprensibles.
Por la tarde, casi al anochecer, los priístas ofrecieron un lúcido evento en honor de Rodolfo Torre Cantú, cuya sangre sigue clamando al cielo justicia por él y los miles de caídos en tierras tamaulipecas. Por los miles de extranjeros en tierra propia. Los desaparecidos, los expoliados de la historia.