Seis días. En seis días se ha visto en la Capital más sangre de la que se había visto en todo un mes. Comenzó la mañana del sábado pasado y se prolongó, en intervalos, por toda la semana. No hubo tregua, no hubo miramientos, no se contempló la piedad.
Fue una de las semanas más atroces y una mancha más en la salida del Partido Revolucionario Institucional de la gubernatura tamaulipeca, evidenciando que ha hecho falta un poco más para abatir la delincuencia en el Estado.
Empezando por la retirada de más de 400 miembros de la Policía Federal de su patrullaje y labores en Tamaulipas, la bajada es pronunciada y sin frenos. La postura oficial del Gobierno de la República es que se necesitan a esos miembros para garantizar la seguridad (¿de quién?) en Oaxaca.
El problema, lo señaló monseñor Antonio este domingo, que tuve el privilegio de charlar con él tras celebrar Santa Misa, es que aquí, al igual que en Oaxaca, tenemos un problema: Están matando familias. Hay violencia, inseguridad, asesinatos, pillaje, abigeato, violaciones y secuestros. ¡Es como volver a la era postrevolucionaria!
Y por graves que sean esos problemas en el sur, el noreste también tiene broncas que requieren de la atención del Gobierno Federal. Hay que decirlo: Los refuerzos federales en Oaxaca son un instrumento de represión contra las manifestaciones de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación. La pregunta es la siguiente: ¿Dónde serán más útiles los miembros de seguridad federal? ¿Aporreando profesores sureños o combatiendo criminales de verdad en el noreste? Hablo de criminales armados con fusiles y explosivos de grado militar, organizados, con objetivos y agendas.
Toda esta situación apunta a una dirección concreta: El Gobierno Federal, de extracción priista, pretende imponer un castigo severo a la entrada del Gobernador electo Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Se le mire por donde se le mire, todas las pistas apuntan a ello.
En México, sabrán coincidir los que saben de esto, la política es tribal, existen los bandos, existe el absolutismo y los intereses colectivos pertenecen a las élites únicamente. El PRI no sólo perdió la gubernatura de Tamaulipas, sino de otros seis Estados; adiós al 54 por ciento del control que el tricolor ejercía sobre el país, pero esa es sólo la punta del iceberg.
A nivel nacional, el PRI sufrió el rechazo de sus militantes y votantes tradicionales, con lo que vino el desprestigio y la humillación pública, tan altisonante que Manlio Fabio Beltrones salió huyendo; lo propio harían los dirigentes estatales en sus respectivos territorios, incluyendo a Rafael González Benavides, quien actualmente sigue a la espera de su relevo oficial.
El disgusto de las altas esferas priistas obviamente no se hizo esperar; en Veracruz, por ejemplo, el saliente gobernador Javier Duarte buscó la promoción de una iniciativa de desafuero del Poder Ejecutivo, cuando el señor tiene mucha cola que le pisen. Al no ser retroactiva la Ley, sin embargo, él saldría impune pero el gobernador electo Miguel Ángel Yunes tendría que atenerse a esta nueva enmienda.
Por su parte, el “poster boy” por excelencia del PRI, Enrique Peña Nieto, anunció también el castigo para Tamaulipas: Encarecer la seguridad pública bajo un argumento (totalmente razonable para el comunicado de prensa) de necesidad en otra región de la República.
Y tan pronto se hizo efectivo este mandato, se soltó el diablo en Victoria. Ni al perro perdonaron, la masacre fue extensa y desalmada. Por su parte, la Procuraduría General de Justicia en el Estado ya lanzó sus investigaciones correspondientes. En palabras del procurador Ismael Quintanilla, no podremos acceder a detalles para evitar que los hampones sepan por dónde caerán los tiros.
Lo que sí sabemos es que aunado a la PGJE llegó la Caballería: 600 elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional reforzarán al 77 Batallón de Infantería.
Sus órdenes son específicas: Vienen a repartir hostias. Punto. Son un posible último regalo del gobernador Egidio Torre Cantú tras varias negociaciones con la Sedena.
En todo caso, la instrucción para la población civil sigue siendo la misma: Si ve algo sospechoso, haga la denuncia. Y por favor, no le juegue al macizo.
Adendum: Ya entró la canícula y con ella los peores calores de todo el año. Hay quienes dicen que el viento que se siente por la Capital ayuda a mitigar el calor. Yo, respetuosamente, estoy en desacuerdo. ¿Por qué? Porque los vendavales acaban levantando polvo y basura, aventando todo por todas partes.
Salí de casa con una camiseta blanca y al llegar a mi trabajo estaba marrón de la roña que los vendavales me aventaron encima. Por si fuera poco, el aire ni siquiera está fresco. Hay que joderse. E hidratarse también. Los golpes de calor son mortales.
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