En una ocasión, quizás sería 1996 o 97 allá en la Ciudad de México me tocó presenciar un exceso de poder de la maestra Elba Esther Gordillo.
Iba con unos amigos a comer a un centro comercial. Perisur para ser exactos.
Es un “mall” grande. Con más de mil tiendas y establecimientos. No le pide absolutamente nada a cualquier centro comercial de Los Ángeles, Nueva York o Londres.
Serían como eso de las cinco de la tarde. Recuerdo que el día estaba bastante lluvioso, y cuando llueve en la capital del país, el tráfico se vuelve aún más caótico.
Por ello, siempre se ansía llegar a un lugar y no moverse de allí hasta que haya pasado tanto la lluvia como el aforo vehicular.
Sin embargo, tratamos de entrar al centro comercial y había mucha vigilancia. No nos dejaron entrar. Intentamos por otra puerta, y tampoco. Estaba cerrada.
Entonces nos percatamos que había pocos carros en el estacionamiento, y muchos de ellos ya se estaban yendo.
Esto se daba por el lado poniente del centro comercial. Por el otro extremo, intentamos ingresar, y sí, sí había acceso, pero limitado, es decir, la mitad del centro comercial estaba cerrado.
Pensamos en alguna remodelación, en algún trabajo de mantenimiento, incluso en algún suceso violento que se haya dado en ese momento en algunas de las tiendas de Perisur.
Pero no. Se trataba de que una persona “muy poderosa” que había llegado a hacer compras al Palacio de Hierro y otros almacenes y pidió… exigió no ser molestada por nadie.
Según nos enteramos después, ya durante la comida en un restaurante de tacos del centro comercial que sí pudo ser abierto, se trataba de “una funcionaria o algo así”.
Ya entrando en calor y en charlas con empleados de otros comercios, nos dijeron que se trataba de Elba Esther Gordillo. Que seguido lo hacía.
Es decir, si a la maestra se le antojaba ir de compras, pedía cerrar la tienda. Que los trabajadores sólo la atendieran a ella y compraba más de un millón de pesos en ropa y joyas.
“Lo hace seguido. A mí me ha tocado unas tres veces y eso que sólo llevo ocho meses trabajando en el Palacio (de Hierro)”, nos comentó una empleada ahí que comía a un lado de nosotros.
Y añadió: “En una ocasión, me tocó atenderla. Había llegado como a las tres de la tarde y salió a las doce de la noche. Eso sí, me tocó buena propina y horas extras, pero todo lo que se probaba, lo llevaba; eso en el departamento de ropa a donde yo estaba. Pero también compró en zapatería, en relojería, en ropa para niños y en ropa para caballeros y hasta en electrónicos. Compró muchísimo”.
¿Y no le dicen que ya se cerró o algo los gerentes? Le preguntamos.
“Pues no sé, pero se me hace que paga para que la dejen estar sola, paga para que los locales aledaños no haya nadie y nadie la moleste”.
Esos eran los gustos de la maestra cuando era superpoderosa. Hablamos del sexenio del presidente Zedillo. Hay quien dice que con Salinas era más. Que con Fox tenía el mismo trato que con Ernesto y con Calderón había consentimientos.
Imagínense, comprar un millón de pesos y pagar una cifra similar para que estar solo en la tienda, se necesita tener mucho poder y mucho dinero.
En fin, aquella tarde salimos de Perisur cerca de las ocho de la noche y aún seguía cerrado el Palacio de Hierro. Nadie se podía acercar.
La maestra hacía uso de su exceso de poder… y de recursos.
Ahora podría tomar ese mismo nivel.
Lo bueno es que el uno de julio más de 30 millones de mexicanos votaron por “un cambio”.
EN CINCO PALABRAS.- Así va la cuarta transformación.
PUNTO FINAL.- “Aún hay quienes permiten se les haga tarde bien temprano”.
Twitter: @Mauri_Zapata