Por: Itzchel Moreno
A veces las mujeres pensamos que existen dos tipos de mujeres, unas protestamos ante los roles que nos ha impuesto una sociedad, otras somos las que resultamos ser las buenas esposas por cumplir el estándar de los hombres y formar hogares.
Pero ni unas ni otras dejamos de deshojar margaritas a diario, en el eterno: “me quiere, no me quiere”.
A unas nos duele más que la cabeza, a veces el dolor ha llegado hasta el alma… dicen los médicos desde hace muchos, muchos años, que las mujeres enfermamos por represión, si leyó bien, por represión, eso afecta más que la depresión y es que, tal vez este último padecimiento nos llega por aburrimiento.
La medicina creía al principio de los tiempos que el útero se movía de lugar y se desplazaba por todo el cuerpo, enfermando por aquí y por allá, el cuerpo de las mujeres, pero en esa sociedad que parecía un tanto primitiva se pensó en nuestras necesidades y llegaron a la conclusión que las apasionadas sufrían poquito más que las tranquilas y se curaba con masaje pélvico, la estimulación de genitales, la masturbación… hasta llegar al orgasmo.
Al grado que en 1890, llegaron a hacerse hasta más de 100 tesis o estudios relacionados a la histeria femenina, mientras que en 1940, no llegábamos ni a 10.
Como resultado de esta observación vinieron descubrimientos psicológicos para Freud y lo mejor el invento del consolador, que dicen llegó a todos los hogares mucho antes que la aspiradora y la plancha.
Entonces por qué hoy día este amigo en el baño, como lo llama Kany García, cantautora puertoriqueña, se tiene que vender como contrabando entre las mujeres.
Peor aún, una mujer sería criticada entre las amigas por admitir que cuando no hay un hombre disponible, dos pilas le funcionan bien.
La respuesta podría estar, según Marcela Lagarde, dentro de la educación patriarcal en la que crecimos, donde nos han enseñado a las mujeres a ser dependientes, donde la sociedad casi nos prohíbe la soledad por ser considerada mala compañía, una sociedad que no permite conocernos ni en lo prospero ni en lo adverso.
Hoy, la histeria es casi un sinónimo de la inconformidad de nosotras, las solas, las que por algún motivo salimos corriendo del altar, del hogar y la sala de expulsión.