(Agencia)
Ciudad de México.- Mario Vargas Llosa criticó ayer en México la progresiva desaparición o reducción “al mínimo” de las clases de literatura en el currículo escolar frente a las materias “más prácticas”, ya que las letras son claves para avivar el “espíritu crítico” que encabeza el progreso social.
En una clase magistral impartida en el Tecnológico de Monterrey, el peruano reivindicó que, a pesar de que en las aulas se esté dando más importancia a los contenidos que “permiten encontrar buenos trabajos y buenos sueldos”, no hay que olvidar que “la literatura es mucho más importante de lo que algunos creen”.
“No hay que creer que el soñar, el desear cosas distintas, es un quehacer superfluo, suprimible o secundario”, señaló el Nobel, quien defendió que gran parte del surgimiento del “espíritu crítico” que lleva los a cambios en la sociedad viene de la actividad aparentemente tan “inocua” como contar e inventar historias.
Asimismo, advirtió de los riesgos que podría tener la “revolución audiovisual” de nuestro tiempo si las letras quedasen relegadas a “los rincones”, ya que esto vendría ligado a “un gran empobrecimiento de la humanidad y de su sensibilidad”, poniendo en peligro el progreso humano.
El autor de obras como La ciudad y los perros o Conversación en la Catedral centró su ponencia en la figura de Víctor Hugo, el “padre del Romanticismo en Francia”, a quien tildó como “uno de los grandes defensores de nuestra libertad”.
Vargas Llosa recordó que, precisamente, la novela maestra del francés, Los miserables, fue recibida con críticas como las de su coetáneo Alphonse de Lamartine, quien le acusó de fomentar “la pasión de lo imposible”.
Es decir, Lamartine acusaba a Víctor Hugo de sembrar en los lectores una “idea falsa de la realidad”, que les llevaría a generar una “especie de malestar” que finalmente podría traducirse en “desobediencia, agitación y subversión contra el orden constituido”, explicó ante unos 2,000 alumnos.
“La buena literatura nos enfrenta con un mundo mucho mejor que el mundo en que vivimos”, y por eso los regímenes totalitarios siempre han querido controlar la creación literaria “como si en ella hubiera escondido un elemento peligroso”; “No se equivocaban”, afirmó.