(Agencia)
Ciudad de México.- Hallan 600 petrograbados en el municipio de Jesús María, Jalisco, de los cuales, sobresalen nueve calendarios solares únicos para la zona, así como dos sitios arqueológicos que datan del 600 al 900 d.C., mismos que de estudiarse a fondo, podrían consolidar el registro de una nueva cultura prehispánica para el país: la cultura alteña.
“El proyecto inició en el año de 2012 con una invitación por parte del municipio de Jesús María, que se encuentra al sur de los Altos de Jalisco, y fue ahí donde registramos los hallazgos. Es una zona conocida como el pueblito de La Luz que está junto a la Presa de la Luz”, detalla Rodrigo Esparza López, arqueólogo responsable.
El trabajo realizado en aproximadamente 18 hectáreas, se consolidó gracias al convenio suscrito entre El Colegio de Michoacán y el municipio jalisciense, con el cual los investigadores realizaron prospección arqueológica, es decir, hicieron recorridos por la superficie para registrar petrograbados. Estas caminatas sucedieron en dos temporadas, una en 2012 y otra de 2013 a 2014.
“En esa prospección registramos alrededor de 600 petrograbados en el sitio, es un número bastante considerable porque, por lo general, no hay sitios de petrograbados con este número. De estos 600 hay varios que nos llamaron la atención e hicimos una tipología donde encontramos formas geométricas, algunas espirales, cuestiones fitomorfas, zoomorfas y algunos antropomorfos”, indica el especialista.
Pero lo que más llamó la atención del equipo, fue la aparición de nueve marcadores solares o también conocidos como calendarios solares que visualmente son una serie de puntos que forman un circulo atravesados por una cruz, de la cual se desprenden dos círculos concéntricos, hechos también de puntos.
“Se salen de lo común porque en el occidente de México se han encontrado este tipo de calendarios pero de forma dispersa, aislada y con un patrón, pero en esta área mayor de cuatro hectáreas, encontramos nueve que podrían estar asociados a los otros petrograbados”, comenta Esparza López.
—¿Qué representan estos calendarios?
—Todavía es difícil decirlo, pero ha habido varias hipótesis al respecto. Por un lado se le han llamado calendarios porque éstos que han aparecido, por ejemplo, en sitios del centro de México como Teotihuacán, Xochimilco y Estado de México, están asociados a calendarios rituales.
“Si uno se pone a contar los puntos con los que fueron hechos, son alrededor de 260 puntos, que equivalen a los días del calendario ritual mesoamericano y por ese lado, los investigadores han hecho la hipótesis de que posiblemente se plasman calendarios rituales”.
El arqueólogo comenta que los calendarios prehispánicos se utilizaban para conmemorar fechas importantes como los solsticios, ya que éstos representan un cambio de clima latente (lluvias y secas), que les servía para preparar su terreno y hacer los ritos de fertilización de la tierra.
“Otros investigadores plantean que son una especie de mapa de la región, en el sentido de que alrededor de los centros ceremoniales había puntos importantes para ellos, por ejemplo, dónde nacía el agua, dónde estaba la guarida de algún dios o hacia dónde apuntaba la salida del sol. Algunos más indican que son representaciones de estrellas o constelaciones”.
SITIOS. A la par de estos marcadores, los arqueólogos de El Colegio de Michoacán (entre ellos, Francisco Rodríguez Mota y Mario Retíz García), encontraron dos sitios prehispánicos: Los Agaves y Cerrito de San Agustín, que hasta el momento, las primeras hipótesis plantean que fueron construcciones relacionadas con los 600 petrograbados.
En Los Agaves existen dos plataformas grandes, una que llega hasta los 12 metros de altura y la segunda, mide alrededor de 20 por 10 metros de base, que conforman dos patios hundidos, construcción tradicional del bajío que se estableció hacia el año 100 o 200 d.C. y se extendió hacia el 900 d.C.
El Cerrito de San Agustín, explica Esparza López, es una colina que fue reutilizada para colocar encima una gran plataforma ceremonial. “Estando en el sitio se puede ver que posiblemente estaba conformado por un gran patio hundido y la plataforma, desgraciadamente el lugar se encuentra bastante saqueado porque se ve que han utilizado material para construcción”.
Ambos sitios, detalla, pertenecen al epiclásico, es decir, del 600 al 900 d.C. y las construcciones que hubo en ese entonces, eran rectangulares, basamentos piramidales que formaban patios y unidades habitacionales alrededor, todos construidos con piedras y adobe.
NUEVA CULTURA. Presa de la Luz, como sitio arqueológico fue registrado en los años 90 por el arqueólogo Javier Galván del Centro INAH Jalisco, pero después de su descubrimiento no se realizaron investigaciones exhaustivas, hasta la llegada de los investigadores de El Colegio de Michoacán, lo cual dificulta saber si los antiguos habitantes tuvieron relación con otro grupo indígena.
—¿Pero quiénes habitaron esta zona?, Esparza López señala que en los años 40, Román Piña Chan y en los 80, Blas Castellón, trataron de definir a los pobladores como la cultura alteña, por ubicarse en los Altos de Jalisco; sin embargo, debido a la poca información que aún persiste, es difícil situarla en el tiempo, sobre todo porque no hay tantos fechamientos de carbono 14.
—“Podríamos de alguna forma, decir que en esta zona habitó la cultura alteña pero es una cultura que no se ha definido a ciencia cierta sus rasgos culturales. Hasta ahorita conocemos que tuvieron contacto con la gente del bajío y posiblemente con las centro de Jalisco”, precisa.
Por el periodo de ocupación de la zona, el arqueólogo señala que comprende una etapa donde existió una relación con las culturas del bajío (Guanajuato), con otras procedentes del centro de Jalisco y probablemente, por su cercanía con la frontera de Michoacán, pudieron ser parte de la ruta de aquellos que migraban al centro de México.