(Agencias)
Ciudad de México.- Solsticio de infarto es una ventana al micromundo de Jorge F. Hernández donde puede ser lo él quiera: tocar en la azotea con John Lennon, ligarse a Vilma, la esposa de Pedro Picapiedra, conocer la debacle de Chet Baker –trompetista de jazz- o mostrar lo que estuvo a punto de dejar de ser ante la cercanía que tuvo con la muerte al sufrir un ataque cardiaco. “En suma, es el periplo existencial del ser humano, con sus fortalezas y debilidades, a través de lo que soy”, dice el escritor.
Pero este micromundo también es una forma de leer su contemporaneidad. “Ahora veo un planeta en vértigo, acelerado por los gadgets, los correos electrónicos, el celular que te tiene como una especie de Dick Tracy atento a tu telefonito con pantalla. Es tiempo donde predomina la ignorancia, la desidia y el simulacro. Y lo que me más caga es el abuso, la mentira y el robo. De eso hay más que nunca”.
Esta es la esencia de su reciente libro, prologado por Juan Villoro, y en el cual establece cómo es Jorge F. Hernández en su micromundo. En esta narrativa, dice, lo esencial para ser rey de éste son las libretas, en las cuales dibujo y apunto las frases que después podrán ser un poema, un cuento o novela”
Son textos donde siempre hay algo del él: “Yo habito esta geografía en la que soy los personajes y decido si van a colores, en blanco y negro, si tienen chiste, si mueren o no, o si tienen que ver con una rola. Es un microplaneta donde navego en la yema de un dedo”.
Aunque, dice el autor de La emperatriz de lavapies, este libro no sólo es su contenido sobre lo que él es, sino muestra el dilema existencial del hombre, “aunque hay personas que no se dan cuenta de que son reyes de sus micromundos. Desde niños van perdiendo la potestad del silencio propio, de su intimidad, de sus miedos más entrañables, de las fobias y filias… y esto pareciera que no les causa ningún problema, pero en realidad giran en torno a otros micromundos para sentirse completos”.
Y ante esto, “soy un privilegiado, porque se me concedió, desde hace muchos años, habitar mi secreto mundo de delirios y no tener que poblar con tanta responsabilidad mundos ajenos”.
—¿Esto no lleva a la pertenencia de uno mismo, ese concepto que a veces no entendemos?
—En mi caso, de niño que crecí en EU, con otro idioma y en la escuela una maestra me regaló mi primera libreta. Fue como si me dijera: este es el mundo que vas habitar, es tu pasaporte, eres mucho más que mexicano, no eres gringo, que quiere ser, lo que quieras ser, escríbelo.
Entonces fui Peter Pan o Emilio Salgari, y no quedé como otros, quienes tuvieron que dejar sus querencias, abandonar sus amores, los postres más deliciosos…. “Eso es mi mundo lejos de tantas cosas que para mí son intrascendentes. Esto a lo mejor me hace un mal ciudadano, pero así es mi manera”.
Porque en su micromundo, Jorge F. Hernández se alimenta de la música de los Stones, Zappa, Zeppelin, Plastic People of the Universe y, recuerda, “cuando oigo un disco de 1947, donde alguien se le ocurre hacer un riff muy acá, digo: ¡guauu! Esa rola me late”.