Por Itzchel Moreno
Un día me atreví a decirle que lo extrañaba los domingos…
Recordarlo es como volver a sentir sus brazos fuertes alrededor de mi cuerpo, lo había conocido de manera inesperada, en el único entorno, donde en la edad moderna, nace el romance: el teatro.
Lo pienso así, porque sólo ahí he visto las grandes historias románticas representadas de principio a fin…
Obvio, hay sus excepciones, como aquella obra comercial de: “No soy feliz, pero tengo marido”…
Pero yo estaba del otro lado del aro y quería experimentar todas las mañanas de domingo sus brazos.
Así que me atreví, lo escribí y lo envié.
El sólo respondió: “tengo mi mente atrofiada, eres muy buena”…
Entendí que no quería ser el protagonista en la historia e investigue que la atrofia mental llega con la rutina y esto puede ocurrir también porque podemos llegar a amar de la misma manera, al mismo tipo de personas e incluso solucionar los conflictos con todo y método de emergencia.
Así lo explicó Carlos Tejero, un Neurólogo español.
Y cuando se van cumpliendo más años, también mueren en ocasiones las metas, creemos que es tarde y la apatía poco a poco se instala en la vida, a veces hasta se compra un mullido sofá para instalarse de forma permanente.
Entonces comprendí el mensaje. Él ya había dejado de creer que podía tener una nueva intensión para amar.
Pero no iba a insistir en recuperar esos domingos a su lado. No lo considero digno en relaciones sentimentales, porque es como invadir e intentar convencer a otro de que debe cumplir tus deseos.
También recordé aquello de amar como si fuera el último día… Un experiencia que nunca tuve, para evitar daños irreparables al corazón y evitar los malos recuerdos.
Y caí en cuenta que entonces yo también tengo la mente atrofiada y quizá se está extendiendo al corazón.
Al menos él si identificaba su padecimiento. Yo me voy a automedicar y seguiré las recomendaciones de Carlos Tejero, experimentar como si fuera una niña los ricos aromas que encuentre a mi paso, incluso las nuevas sensaciones.