Por Itzchel Moreno
Cuando se escucha en televisión el abandono de los hijos por madres sometidas a los deseos de un golpeador, la mayoría se pregunta y ¿Por qué le tolera?…
En su mayoría estas mujeres enfrentan miedos internos a la soledad, es decir, son el claro ejemplo de las mujeres educadas “a la antigua” que aún mantienen ideas donde la protección la proporciona un hombre.
Crecieron en un patriarcado que tal vez también les impidió la educación y al intentar dejar a un ser que les agrede a ellas y sus hijos se enfrentarán al mundo solas.
El mismo sentimiento de inseguridad que les mantiene caminando por la orilla de ese círculo vicioso, les permite pensar en sólo dos opciones laborales la prostitución y como empleadas domésticas.
En ambos trabajos los niños significan una carga emocional, porque su entorno social, les ha inculcado el sentimiento de abnegación de la madre tradicional, aquella que debe estar ligada a los hijos, la mujer que se consume para dar vida a diario.
Esta clase de mujeres generan en ocasiones el Síndrome de Estocolmo, que se utilizó en un principio con los prisioneros de guerra, cuando estos comenzaron a crear lazos de afecto con aquellos que los mantenían privados de su libertad.
Entre las mujeres que viven agresiones a diario se genera este sentimiento y como la conducta de ellos les obliga a generar el aislamiento de sus presas, se complementa el cuadro.
Ellas crecen sin amigas, resguardadas en un principio por la figura paterna, por el padrastro agresor, hasta encontrar a una pareja que les otorga “protección” para conservarlas como víctimas.
En muchas de ellas opera el mismo protocolo de autoayuda como en un alcohólico o drogadicto. Es decir, son ellas, las únicas que pueden comenzar a mover los brazos para llegar a la orilla de ese estanque que les impregnó de aquel aroma putrefacto.
Robin Norwood, las llamó también “mujeres que aman demasiado” y adaptó los doce pasos de recuperación de alcohólicos anónimos a la vida de aquellas residentes en relaciones afectivas complicadas.
Melody Beattie, observó el otro rostro en su libro, “Ya no seas Codependiente”, para analizar a aquellas que poseen un altruismo mal encausado, que con frecuencia les hace soportar violencia de los hijos.
Ahora toma un espacio para reflexionar…