Por Itzchel Moreno
Cuando las mujeres nos volvimos independientes, independizamos también al corazón…
Te veía nervioso porque te dije que iba a ser mamá, tuve miedo. Pensé que la reacción sería distinta. Esperaba ver tu sonrisa, por eso preparé muchos detalles y sorprenderte.
Me dijiste que sería mi decisión, porque no querías estar conmigo.
El corazón se me hizo añicos, el resto de la noche fue tan sólo para llorar… No quería verte aunque suavizaras con tus manos mis angustias.
De que servía intentar tranquilizarme, si aún faltaba un corazón que se paralizó dentro de mi asustado. Eran semanas lo sé, pero lo sentía conmigo.
Quedarme a tu lado un instante más, era como desear caminar con un arma encajada en mi vientre. Por eso me aleje, aunque tú ya me habías abandonado antes.
Decidí que sería una madre sola, sin embrago, tampoco sabía que cada instante en la vida estarías presente, ¡se parece a ti, duerme como tú y a veces hasta hace los mismos gestos que utilizabas tu para hacerme reír!
Pero él no te conoce, no sabe aún que no deseabas tomar su manita para caminar en el parque, ni se imagina cómo llegó a esta tierra donde le sorprenden los colores y donde el aire le hace cosquillas en su cara.
Sólo tengo miedo que comience a hablar y que vaya al kínder y tenga amigos que le presentarán a su papá.
A veces pienso en decirle que yo lo quería y que decidí todo desde un principio tan sólo por tenerlo entre mis brazos…
No sé si me crea, pero ahora con el paso de los meses da lo mismo, me he quedado yo para cuidarlo, he jugado con él desde que crecía dentro de mí, hicimos selfies, viajamos. Nunca me sentí sola desde que te fuiste.
Las jornadas son más duras, el sueño en ocasiones me atrofia el apetito, me veo con un rostro de luna y mi cuerpo parece un jarrito redondo, redondo.
Dicen que a mi edad no serán lo mismo las desveladas…pero que importa, yo siento que estaré emocionada.
Mi reloj biológico avanza lento, muy pronto sonará mi alarma.