Por Itzchel Moreno
Parte del convivir con las mujeres modernas es aceptar que en la actualidad ellas tienen el valor de decir: “sólo sexo y ya”.
En ese momento el rol del hombre cambia y pueden sentir una especie de complejo de inferioridad, degradándole a ella con calificativos diversos hasta el rechazo.
Hoy día, cuando la sociedad está abierta a escuchar la palabra, “amigos con derecho a roce” o algún otro tipo de relación considerada inmoral, es cuando el índice de fuego se enciende en nuestra mano para señalar los errores ajenos.
En tiempos pasados huir de casa con el hombre que apenas habías cruzado la mirada y unas cuantas palabras, parecía ser el proceso natural para iniciar una relación de pareja.
Hoy, cuando la mujer y el hombre tienen la oportunidad de aprender a base de prueba y error, resultan los conflictos psicológicos de ella o él, relacionados con frecuencia con la inestabilidad, que siempre invita a la inmadurez para iniciar la buena charla.
Pero, esas equivocaciones sentimentales, son válidas en ellos.
Las mujeres no gozan aún de privilegios en la cama, menos en el corazón, porque ahí los sentimientos no se ven, y por tanto no existen.
Y para no dañarnos de más en el mar de las emociones basta nadar con flotador o reconocer hasta donde llega la profundidad del agua en donde te estas sumergiendo, sin perder de vista que en esas nuevas rutas de navegación entre iguales, ellos también puede protegerse e incluso decidir ser o no tu amante.
El hombre de hoy, cuando tampoco está seguro de las formalidades de un hogar, busca a la mujer, consciente de que ella se encuentra en la búsqueda de un verdadero amor, y aun así, asume el riesgo de sufrimiento que puede llegar con la costumbre y más tarde con la soledad en la ruptura.
Alejados de la exteriorización del sentir callan. Hasta que un día, luego de varios años aparecen para compartir la confusión que vivieron con nuestra partida.
Definitivamente Dios, podría ser hombre, pues el tiempo de ellos no es el mismo para nosotras.