Ciudad de México.- Uno de los problemas más importantes que vivimos es que el sistema federal mexicano se fue llenando de cosas y se le pusieron distintos parches que, al final del día, lo convirtieron en ineficiente. Esto perturba a cada una de sus partes y es una de las causas del desorden que tenemos en materia jurídica, dice el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cossío Díaz.
“Esto es algo que me tiene preocupado, porque se trata de la estructura más grande que tenemos en el país para diferenciar las competencias entre autoridades y de particulares”.
Esta ineficiencia se traslada a cada una de sus partes y por ello en salud hay una serie de cosas por hacer, en educación otras, en recursos ambientales otras, lo mismo pasa en seguridad, asentamientos humanos, etcétera, agrega.
Otra preocupación del ministro, pero como académico, es una serie de trabajos y estudios “para tratar de entender cuál es la mecánica, el funcionamiento general del sistema jurídico, de saber cómo se produce el derecho, su evolución y hacia dónde se puede dirigir”.
Son las reflexiones que ofrece en entrevista con Crónica el también integrante de El Colegio Nacional, catedrático de la UNAM y Premio Nacional de Ciencias y Artes. Además, Ramón Cossío habló de la ciencia del derecho, de su evolución para normar los cambios sociales y científicos, además del perfil y formación de los futuros abogados.
— ¿Qué es la ciencia del derecho?
— Antes de definirla, voy a hacer una acotación: la mayor parte de las personas piensan que ciencia son sólo la física, química, biología… y lo que hacen los juristas no lo es. Efectivamente, no pesamos ni medimos y no aplicamos métodos cuantitativos a lo que hacemos, por lo que se cree que no hay ciencia sobre el objeto del derecho.
Pero sí la hay. Es una práctica muy antigua con un conocimiento sistematizado y con éste, lo que hacemos es considerar los órdenes jurídicos nacional o internacional, o determinadas materias dentro de éstos. Les damos coherencia, unidad y los explicamos. Un ejemplo: en México tenemos un orden jurídico muy desarrollado a nivel federal, con 32 órdenes jurídicos nacionales y casi 2, 500 municipales, más el del Distrito Federal.
Si alguien quisiera sistematizarlo, se encontrará con normas jurisprudenciales, constitucionales, reglamentarias…, y esto es una enorme complejidad. Entonces, lo que hace la ciencia jurídica es tomar una parte de ese orden jurídico nacional, como el código civil o el derecho familiar, para tratar de ordenarlas y presentar su composición, sus sistemas, efectos, condiciones de producción y validez.
Porque la ciencia del derecho es igual a cualquiera otra: un conjunto de sistemas y pasos metodológicos para tratar de identificar, ordenar y sistematizar o todo el orden jurídico o algunas de sus partes.
— ¿Cómo evoluciona el derecho mexicano ante los vertiginosos cambios sociales, científicos…?
— En los últimos años vivimos a una gran velocidad de sustitución y lo veo de la siguiente manera: durante mucho tiempo hicimos enormes avances en ciencia básica, pero ésta tiende después a convertirse en aplicada. Normábamos las condiciones generales de la investigación: cómo se hacía y la forma de patentar. Pero cuando esta ciencia básica llega a ser tecnología aplicada, ahí hay una enorme cantidad de efectos. Por ejemplo, cuando se identificó el DNA, primero fue un conocimiento sin aplicación, pero hoy con éste se pueden conocer el genoma de una persona y puede tener consecuencias en lo que es el derecho a la intimidad, al honor, entre otros.Ahí, el derecho tiene que hacer regulaciones distintas a las que había en ciencia, para ordenar esto y encontrar sus defectos y virtudes.
Entonces, los cambios vertiginosos sociales y científicos obligan hoy a la ciencia jurídica a transformarse más rápido. Aquí hay un tema que me preocupa: si los juristas no somos capaces de conocer el avance científico, entonces cómo explicamos hechos astronómicos, biológicos, químicos… Por ejemplo, si me pidieran que escriba un libro sobre la condición jurídica del DNA. Cómo voy a trabajar eso, si como jurista, abogado o litigante no alcanzo a comprender qué es el DNA y para qué sirve. Escribiría algo intrascendente o equivocado.
— ¿Cómo vamos a regular el espacio o la colonización de planetas o las redes sociales?
— Ese es un buen tema. Hay una regulación sobre los cuerpos espaciales y algo sobre el tema de la basura espacial y los riesgos que puede causar si cae a la Tierra. Lo que nos parecía hace tiempo ciencia ficción ahora lo vemos cercano. La NASA está pensando cómo colonizar Marte. Todo esto me parece que es central, pero vamos a lo más cercano: qué pasa con las redes sociales, quién es dueño de la información, a dónde pueden llegar los denuestos, las groserías, las ofensas, los anónimos. Estos son temas, para quienes reflexionamos sobre el derecho, extraordinariamente complicados.
Aunque tampoco es la primera vez en la historia de la humanidad que esto pasa. Por ello, lo importante es que la ciencia del derecho esté a la altura de los avances científicos y los cambios sociales, y así explicar el orden legal jurídico y darle continuidad y no se generen quiebres.
—¿Cómo será el perfil del jurista y abogado del futuro?
— Yo sigo siendo profesor y observo dos cosas: una es que hay que enseñar a los alumnos métodos científicos, más matemáticas, como una forma de aproximación a los problemas; pero también hoy los jóvenes que están en la educación superior tienen mediante los teléfonos y tabletas acceso una enorme cantidad de información.
Yo creo que la función de los profesores no sólo es darles conocimientos, sino darles formación, es decir, enseñarles dónde colocar la información y cómo usarla. Es un reto enorme para los educadores en el nivel superior.
Y en estos tiempos de rápida sustitución, el futuro jurista y abogado deberán tener esta formación y, además, una base sólida que le permita entender y profundizar en los cambios que emanan de la ciencia y la sociedad.