Ciudad de México.- Dejar fuera a los factores genéticos para enfrentar el problema de la obesidad y plantear que este desafío global puede encararse con una política de restricción de ciertos alimentos, es una “herejía científica”, afirmó el doctor Raúl Bastarrachea.
El investigador del Departamento de Genética del Texas Biomedical Research Institute en San Antonio, subrayó que la carga genética programa respuestas en el organismo que propician la acumulación de grasas y energía destinadas a sobrevivir a la escasez de alimentos.
De acuerdo con el experto en el estudio de la genética, es “obvio y categórico” que en México, Estados Unidos o cualquier país del mundo, todo ser humano nace con genes que predisponen a acumular grasa en mayor o menor grado.
Bastarrachea, quien ha realizado numerosos estudios sobre la genética de la obesidad, explicó que una persona obesa ha heredado genes con mutaciones llamadas variantes alélicas o polimorfismos, que le confieren una mayor eficacia en almacenar calorías en forma de grasa para sobrevivir ante una hipotética falta de alimentos.
“La genética influye profundamente en el desarrollo de la obesidad. Si una persona hereda los genes que le confieren susceptibilidad a padecer obesidad, tiene menor capacidad de quemar calorías, mayor capacidad de almacenar grasa en su organismo y mayor sensación de hambre”, expuso.
En el caso de la población mexicana, abundó, tenemos una herencia genética fuerte, pero muy variable, lo que la hace propensa a desarrollar obesidad ante la presencia de comidas de alto contenido calórico, baratas y muy apetecibles al paladar, combinadas con los avances tecnológicos que nos inducen a ser sedentarios.
Esto explica el incremento de los índices de obesidad en México en los últimos 30 años, resaltó en un estudio el especialista graduado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán.
El componente genético de la obesidad, explicó, consiste en que las personas con genes ahorradores de calorías se han expuesto a excesos de ingesta de alimentos y una disminución de actividad física.
En opinión del experto, el avance en la ciencia genómica de la obesidad representa una esperanza para desarrollar herramientas reales y eficientes para revertir esta pandemia global. De hecho, los nuevos tratamientos para tratar la obesidad se derivan de sus bases genéticas y biológicas.
Los nuevos medicamentos intervienen en las vías genéticas que inhiben la sensación de hambre y disminuyen el apetito, o ejercen su mecanismo de acción a nivel de las vías cerebrales que intervienen en el comer por antojo o por placer, comentó.
Sin embargo, quizás el enfoque más actual es el dirigido a quemar grasa a través de fármacos o terapia genética, expuso Bastarrachea.
Investigaciones recientes basadas en el conocimiento de que la obesidad tiene un fuerte componente genético, han permitido descubrir genes que queman grasa y se encuentran en un tipo especial de tejido adiposo denominado tejido pardo.
Estos genes denominados “no acopladores” o “UCP” son la más fuerte esperanza de desarrollar terapias para disminuir el exceso de grasa desde el punto de vista fármaco-genómico.
Hoy sabemos que el exceso de grasa corporal es el instinto de sobrevivencia de la especie humana, señaló el investigador del Departamento de Genética del Texas Biomedical Research Institute.
“Por eso las estrategias derivadas de modificar el entorno del obeso, como comer más saludable y volverse más físicamente activo, aunque son válidas desde el punto de vista educacional, son pobremente efectivas tanto a nivel individual, como a través de estrategias de salud pública, porque casualmente adolecen del componente o herramienta genética para solucionar este problema”, concluyó el experto.
