Ciudad de México.- Las mortecinas luces que iluminaban aquella fría noche del 21 de noviembre de 1987 la Arena al aire libre montada en el Hotel Hilton de Las Vegas, formaban parte de la escenografía donde se habría de consagrar para siempre como el mejor peleador mexicano de todos los tiempos el gran campeón sonorense, Julio César Chávez González.
Esa noche, quedaron grabadas en la memoria las imágenes de quienes presenciamos la batalla entre Chávez, y el entonces considerado mejor peleador del mundo libra por libra, Edwin Rosario, quien fue sacrificado a marcha lenta durante once episodios, hasta que el réferi Richard Steele decidió detener la masacre, con un Rosario hecho pedazos y con el rostro desfigurado.
Esa noche, en un solo capítulo, Chávez, que capturó su segundo campeonato mundial, esta vez en peso ligero, dejó atrás a la ignominia y al anonimato y se instaló como la gran figura internacional, cuyo nombre adornó las marquesinas de Las Vegas los eventos estelares de los siguientes 10 años.
Han pasado casi 30 años, y este sábado en la misma ciudad de Las Vegas, otro mexicano, Saúl Canelo Álvarez, un inflado peleador producto de la publicidad y un poco de buen boxeo, protagonizará el evento estelar de una velada en que también habrá otro boricua, Miguel Cotto, un veterano de 14 años en el boxeo de paga, en lo que la televisión en México pretende vender como “la pelea del año”.
Pero no hay comparación, ni de un lado, ni del otro. Álvarez ha ganado en su incipiente y desabrida trayectoria más dinero que el que logró Chávez siendo un peleador consagrado en su revancha ante Oscar de la Hoya en 1998, pero ni el dinero, ni la fama fácil le reservarán al jalisciense un espacio en el Salón de la Fama del Boxeo Mundial en Canastota el día que se despida.
Aquel 21 de noviembre de 1987 México y Puerto Rico se detuvieron para presenciar una guerra de titanes; fue la noche en que surgió la cinta roja en la frente del sonorense para neutralizar el “hechizo” de los brujos del boricua; fue la noche en que el entonces indestructible Mike Tyson subió como second de Rosario y ante la evidente golpiza que se llevaba y la gran superioridad de Chávez decidió, a partir del quinto round no volver a subir al cuadrilátero.
Fue la noche de noches de Chávez. Fue la noche de la pelea perfecta. Fue la noche de la consagración. Fue cuando todo funcionó como si Julio Cesar tuviera en su interior una maquina suiza de calculado y perfecto cronometraje.
Porque la mejor pelea del sonorense no fue ante Camacho o De la Hoya, ni ante Ramírez ni Mayweather, tampoco ante Haugen o Laporta, menos aquella del inclemente sufrimiento ante Meldrik Taylor. No, la mejor pelea en la legendaria historia de Chávez fue ante Edwin Rosario y este sábado se cumplen 28 años de que el hombre se convirtió en leyenda.
Y mientras los aficionados al boxeo quisiéramos celebrar con otro apasionante capitulo de la rivalidad México-Puerto Rico, que data de 1936 cuando en Montreal, Canadá se midieron en pos del campeonato mundial de peso gallo el inolvidable Rodolfo Chango Casanova y Sixto Escobar, la verdad es que el poder de la televisión y del dinero, en cambio nos dará una pelea entre un veterano de 34 años, Cotto, y un chavito de 23, Álvarez, disputándose en peso pactado de 155 libras, el campeonato mundial de peso medio cuyo límite son 160. Es decir, apenas 454 gramos encima del límite de los superwelters, la categoría donde Álvarez ha hecho el negocio de su vida a pesar de no ser la suya.
Cuan contrastante puede ser que el mejor peleador mexicano de la historia haya sido campeón en tres divisiones diferentes, superpluma, ligero y superligero, en una carrera de 24 años y el Canelo ya sume campeonatos mundiales en welter y superwelter y haya subido 10 kilos desde que inició su carrera hace 10, por la comodidad de evadir el sacrificio que es natural en el boxeo. Es decir, Chávez peleó de 59 a 63 kilos durante 15 años, y el Canelo ya lleva 10 en igual número de años.
Los más de 2 millones de televidentes que siguieron la última pelea de Álvarez en Estados Unidos, y los casi 1.5 millones que vieron el último triunfo de Cotto, seguramente provocaran números exagerados en la atención televisiva para el combate, el segundo que en este año es mal llamado “el combate del año” luego del fraude protagonizado por Pacquiao y Mayweather, se trata de una pelea pareja, a pesar de las diferencias en edad y experiencia, que quizá sea lo que provoque la ecualización en el ring. Pero no es por quienes pelean, sino por quienes organizan que este combate tendrá atención nacional.
Álvarez, malagradecido de quien lo creó, Televisa, pomposamente ahora hace promocionales para la autoproclamada “Casa del Boxeo”, tratando de atraer atención a su pelea, algo que seguramente tendrá, pero que no se diga que este encuentro es un digno sucesor de otras peleas que si merecieron en justicia absoluta ser consideradas clásicas de la añeja rivalidad México-Puerto Rico.
Han pasado 28 años desde que surgió el más grande, ¿cuántos años mas habrá que esperar para que surja su sucesor?…