Dicen el adagio campirano, que entre mula y mula nomás las patas se oyen. Y eso es lo parece suceder en el terreno electoral, pero sobre todo en el piso de los que buscan un cargo de elección popular, ya sea de alcalde, legislador y el hueso grande de gobernador.
En menos de 10 días del periodo electoral, los dos contendientes, porque los demás parecen una comparsa más de un carnal alegórico. Los dos contendientes, están en lo suyo.
Sus manager estuvieron ayer en esta entidad. El azul grito con fuerza desde el faro del puerto jaibo tamaulipeco las limitaciones de la inseguridad, revivió las muertes y los secuestros. Resucito los a los de ultratumba de los últimos 8 años en esta entidad. Puso en dedo en la llaga de los electores tamaulipecos. Como un picador de “toros de lidia”, penetró las células, las fibra del terror y lo transportó al territorio electoral.
Con la magia de la palabra, el manager azul, despertó el rencor acumulado de los dolientes, de las víctimas del delito, de las presas del dolor, de los olvidados, de los marginados de los expoliados de la historia. Sí, de los son solo un expediente y algunos ni eso.
La muerte y el dolor son la inspiración de los azules, de lo que están hartos los dolientes que han llorado sus parientes secuestrados en la última década. Nauseas les provoca revivir sus historias, que han contado a todos, pero ni por eso han encontrado una pisca sobre el pellejo de sus parientes.
Desde la gran capital, que de grande sólo tiene a su gente y al poder político. El manager tricolor, se resiste a subirse al ring, con poses de técnico le saca la vuelta al cuadrilátero. Huye de la farándula, recurre al juego de piernas. Sabe que su territorio está minado. Se aleja de su adversario, espera el reloj, busca en el firmamento el pronóstico del tiempo, que no llega. Su aspectro es de desesperado aunque le grita a su rival que esta derrotado.
Hace arengas de subir al cuadrilátero, pero sigue ahí, presa del temor. Sabe que su territorio está minado, llegar al del adversario es complicado. Prefiere gritar enloquecido, aplica el juego de piernas aunque estas, ya no le dan. Conoce a su rival, reconoce su juventud. El lo engendró, les enseño el camino, los trucos, las llaves del triunfo y la derrota.
Los hermana la complicidad, comen en el mismo plato, se embriagan en los mismos tugurios, danzan con las mismas bailarinas. Las edecanes de azul son las bastoneras de rojo. Sus pleitos son irrisorios, parecen remontarse a los circos de la época romana.
No cruzan sus territorios, apenas chocan las espadas que lanzan chispas y el auditorio se alza, disfruta de la farsa a la que se acostumbró porque el combate es sin límite de tiempo. Es de décadas, pero no han llegado al siglo.
El pleito y la gritonería parecen su esencia. Simulan sudar. Gesticulan heridas. Gritan como enrabiados, Se carcajean como diablos verdaderos. Pero saben que es juego. Aunque los aficionados se trenzaron como arañas, pelearon como los rudos.
Sus seguidores quieren más. Porque el circo y la farándula los hicieron olvidar el olor y el dolor de la sangre. El reclamo de sus víctimas. El secuestro del jefe de la familia, de la maestra de la escuela. El chofer de la empresa.
Del auditorio salieron adrenalina arriba, pero en su vivienda encontraron los vestigios de una vida insegura, que obligo al patrón cerrar la empresa, echar candado al rancho, vender la concesión para pagar la deuda. Hasta entonces recordó que no tenía para los frijoles de mañana, ni para pagar el micro de su hijo. La letra del funeral de su marido vence mañana y no tiene ni que agarrar. Se frota las manos, ve al firmamento y espera que los demonios rojo y azul le regresen el empleo al amanecer.