Las circunstancias están dadas para una revuelta social en este país y no es desde ninguna óptica la mejor de las opciones para las nuevas generaciones o para construir las bases del desarrollo.
Generaciones que ven pasar su niñez y su juventud a través de la reja de su casa, de su escuela o el gimnasio deportivo. Las inconformidades han rebasado los límites de la tolerancia. El fenómeno de la queja ha llegado a otros extremos que no abona y si descarrila la gobernabilidad, si alguna vez la hubo en este país.
Las marchas espontáneas y que por eso son legítimas de los ciudadanos que salen a la calle a reclamar y exigir, por un hecho que desaprueban de la autoridad. Así las expresiones sociales se han convertido en uno los desafíos sociales, en el que los hombres han encontrado sus métodos de desechar o construir su historia.
Debería ser un llamado de atención para las autoridades que son gobierno en municipios, entidades y república por igual, porque de igual manera se han visto expresiones en otras ciudades del mundo, donde las autoridades han sido incapaces de crear mecanismos que favorezcan las demandas de esas sociedades y se han generado la debacle de las autoridades.
Ojala que con la caída de uno y el resurgimiento de otro gobernante o partidos se resolvieran los problemas que plantean las sociedades modernas, pero más que las sociedades, un mundo Cuyas exigencias se basan en la incapacidad de quienes dirigen el rumbo de una sociedad, que los mismos demandantes eligieron. Lo cual parece el resultado de una dinámica que dice relación entre dos partes, que componen el quejoso y el demandado.
Lo que se percibe en las expresiones de malestar social, es un repudio hacia los gobernantes emanados del tricolor. Que se agudizó circunstancialmente después de las elecciones estatales en 14 entidades localizadas en puntos distintos y distantes uno del otro en la geografía nacional.
Y cada día aparecen nuevos elementos por los que la sociedad cree tener otros motivos para que su irritación vaya en aumento y se manifieste en la desacreditación de sus gobernantes. Cuyo instrumento es la destitución.
Ayer domingo, apenas había concluido la marcha convocada por Andrés Manuel López Obrador y ya circulaba en las redes sociales, la supuesta renuncia de Aurelio Nuño el todavía Secretario de Educación Pública.
Aunque es la sociedad solidaria con las quejas de los profesores en la mayoría de las entidades de la República. En respuesta los dirigentes del sindicato magisterial buscaban crear la lista de los maestros que se sumaron a la convocatoria de Andrés Manuel, sin voltear a ver que sus agremiados se aglutinaron a la marcha de protesta de campesinos y maestros en el municipio de Hidalgo.
Los gobernantes deberían tomar en serio las protestas y quejas de sus gobernados. Sobre todo porque se originan en el sector pensante de la sociedad, como son los profesores de este país.
Pero es necesario que estas demandas se vean por encima de intereses grillezcos y no desde estos.
Sobre rebasando los intereses partidistas, aunque de estos se resisten a estar ausentes los que buscan el poder en las elecciones de 2018, a sabiendas del país en crisis que tendrán que gobernar. Lamentable resulta para los adultos pensar en el país que heredarán a las nuevas generaciones.
Pareciera que no conformes con la violencia generada en este país en contra de los ciudadanos, es ahora el gobierno quien se exhibe como el gran represor de la sociedad. Quizá es ese el malestar final.