Por: Itzchel Moreno
Hace quince años todos podíamos prescindir de la comunicación inmediata a través de un SMS. Se era puntual en las citas y se procuraba el romanticismo en una carta que tardaría en llegar hasta dos semanas a su destino.
Luego se asomaron grandes cajas electrónicas que en los noventas eran sólo el medio de comunicación de un “narco”, cuando esa palabra era casi sinónimo de un hombre de negocios encumbrado.
Más tarde, esos ladrillos redujeron su tamaño, comenzaron a beber tu dinero en tiempo aire, se les conocía como el NOKIA 256, como si se tratara de un pequeño robot similar a la Cherry 2000, en aquella película ochentera.
Desaparecieron las agendas, desapareció la memoria y la extensa lista de contactos desapareció completa ante la pérdida de un celular tras otro.
Luego se volvieron accesibles, adquirieron personalidad, desde el Dark hasta la rosa quinceañera reprimida.
Desaparecieron las distancias, aparecieron los paquetes y además se convirtieron en cencerros electrónicos.
Las compañías dedicadas a los avances computacionales entraron al mercado e hicieron de este pequeño robot personalizado, un teléfono inteligente que puede ser también tu libreta de anotaciones, el recordatorio menstrual, el calendario de ovulación, el recordatorio para tomar agua, la cosmetiquera digital, la oficina portátil, tu confidente vía Whatsapp, el vibrador, tu delatador y el enemigo.
Pero cuidado, la información mal empleada también puede ser autodestrucción, más ahora, que se anunció la existencia de 47.4 millones de mexicanos conectados a internet y además habrá espacios públicos de acceso libre a la red para aumentar la alfabetización digital, todo en la reforma de telecomunicaciones.
Las redes sociales, se han convertido en la actualidad, en la principal causa de divorcio en México y el mundo.
Su ciudad no escapará a esa realidad y en la mancha urbana se entretejen historias de separaciones agresivas a causa de los reencuentros cibernéticos. Se calcula que al menos el 20 por ciento de la población usuaria de una red social (Facebook, Twitter, otras) mantiene contacto o reencuentra a los viejos amores.
Vía Whatsapp se puede monitorear a una amiga en la primera cita con el galán, con esa “Ultima vez en línea” le calculan señoras y señores, los desvelos.
Luego vienen los reclamos de las dos palomitas en azul y cuidado si dejas el mensaje en “Visto” y no respondes.
Dicen que para vivir mucho y bien, hay que: “Comer pollito, beber vinito y dormir solito”, pero las nuevas formas de relación entre los seres humanos, evitan la soledad, ahora comprendamos la etiqueta en el uso de internet (Netetiqueta).
Y no debemos olvidar que todo control es violencia, pero ahí, pierden más los hombres, pues las mujeres tenemos por generaciones la fama de celosas y controladoras y ellos no admiten que son violentados.
Los hombres no están reconociendo el fenómeno y los jóvenes entregan desde contraseña de celular, reciben presiones para exponer fotografías con ella o él, la exigencia de cambiar su estado civil, además el “¿por qué no me respondes?”.
Se culpa a las nuevas aplicaciones y las redes sociales del comportamiento humano, la ansiedad y celos de los hombres y mujeres, sin embargo, antes de la era digital ya teníamos una personalidad, sólo cayó el velo.
Y antes de esa era digital también éramos seres pensantes…