Por: Itzchel Moreno
Cuando acaba un amor, las mujeres nos limpiamos hasta el alma como intentando sobrevivir.
Muchas arrojan al cesto de la basura la ropa interior, para no tener ni en lo más íntimo su aroma. Hacemos también la limpieza del guardarropa, para que se vayan los vestidos que a él le gustaban, los que nos regaló y hasta el pants con el que salías segura y ya en el pasillo, él decía: “nena, no me gusta cómo se ve tu cuerpo con eso”…
Entonces podía dolerte, pero callabas para evitar disputas…
Comienzan los flashback, a lado de él, y en caso extremo o si eres joven, cambias la situación sentimental del Facebook.
Las más grandecitas ya no dan explicaciones, pues consideran que todo lo que ocurre en el corazón es irrelevante en las redes sociales, sin embargo, el perfil en la vida real no puede ocultarse.
Mientras se hace la vida como zombie, en lo que pasa el temblor, todo puede pasar, pero las amigas comienzan a preocuparse cuando un día no te levantas de la cama, no respondes el celular y no llegas a la oficina…
Volverte loca, es sólo para gente con dinero, un ser mortal de las que deambulamos por la cinta de asfalto y además con horario de nueve a seis y de lunes a viernes, no podemos tener ese lujo.
Pero la depresión llega muchas veces porque al ver la película que vivías una y otra vez, descubres que eras violentada.
Con frecuencia, todo comienza cuando un tipo con aires de galán, se acerca a ti, propone salir y su plática no llega más allá que hablar de los conflictos sentimentales, pero casi te has percatado de sus intenciones y aun así, sigues sentada frente a él…
Intentaba ingresar a tu vida de inmediato, pediste agua y el insistió en una bebida con alcohol, querías ensalada y se admiró de tu orden.
No quería estar cerca de tus amigos más íntimos, hacia caras cuando enviabas un mensaje, hacia otro gesto cuando recibías una llamada y casi al mes, parecía que no estaba conforme ni con tu música, ni con tus hábitos.
A los meses posteriores evitaba no proporcionar horarios definidos en las citas y decía un simple “sí, sí puedo”…
Todo el escenario era propicio para levantarte y decir: “Sabes, si no te gusto, adiós, diseña a tu pareja”
El punto final al sufrimiento lo ponemos nosotras, sin embargo, esperamos muchas veces a que hablen, porque aún queremos que nos digan algo, deseamos que se atrevan a terminar, de la misma forma en que se atrevió a enamórate…
Pero eso no ocurre y caes desde lo más alto de tus emociones, en espiral, hasta un hoyo negro…
La caída con frecuencia es dolorosa… pero estas a salvo y podrás levantarte.
Con frecuencia, este tipo de hombres intentará hablar una segunda vez, quizá hasta tres veces y la única cura para ese mal son altas dosis de autoestima.