Por: Itzchel Moreno
Ser mujer en el siglo XXI, no es nada distinto a la vida de las mujeres en el campo a mitad del siglo XX.
El día inicia en punto de las cinco de la mañana para algunas, y la actividad no se registra en la entrada al gimnasio para ser esbeltas, sino en el ingreso a la cocina, tal vez para hervir las papas, picar el repollo y rallar el queso que, en punto de las nueve de la mañana buscarán los clientes en alguna plaza.
Un día antes todas las mujeres con hijos plancharon por la noche uniforme, bañaron a los más pequeños, hicieron la cena y lavaron los platos.
Más de una hoy rechazará los deseos ardientes de su marido, vencida por el cansancio.
Y aquellas que duermen a solas, pensaran que en los matrimonios funcionales se recibe un masaje de agradecimiento en los pies y la espalda al final del día.
Sin embargo, solas o acompañadas hoy las mujeres trabajan por igual.
En su mayoría amarran los sentimientos en casa, allá donde ya no está el marido…
A veces sufren más las que se quedan en la tierra con una maraña de sentimientos por aquel que se marchó sin despedirse…
El luto no se guarda, los niños quieren comer y necesitan dinero para ir a la escuela…
Y ella no sólo quedó con el corazón vacío, sino con los bolsillos perforados… los dedos rasgaron hasta la tela en busca de más monedas que aliviaran las necesidades de los niños.
Las profesionistas soportaron el mismo dolor en los pies paradas de puntas, sobre tacón de aguja.
Otras caminaron varias cuadras en busca del colectivo, cargaron las mochilas de los niños y recorrieron después las banquetas en busca de ventas…
Todas fueron mujeres trabajadoras al final del día, pero la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, reportó en sus investigaciones del año 2012 que al 38.3 por ciento de las personas el dinero no le alcanza para comprar comida.