Por Itzchel Moreno Maldonado
Ser madre, es una decisión que asumió cada una de las mujeres que han tenido en su vientre a un hijo y aquellas que por corazón se responsabilizaron de otro ser humano condenado al abandono o la muerte.
Hoy día la fecha se comercializa y otorga a la madre tradicional abnegación y a la trabajadora sentimiento de culpa.
Muchas de ellas tienen las marcas de esa decisión imborrables en el vientre, categorizadas como estrías, otras, vivieron el traumatizante dolor de una episiotomía mal cuidada, que se convirtió en “el coco” del parto.
Para muchas esa herida es una agresión al cuerpo femenino y en otros países existe una lucha constante porque no se utilice durante los nacimientos.
Se ha luchado contra la mutilación genital en el mundo y las mexicanas son sometidas a la episiotomía en el 90 por ciento de los nacimientos.
Sin embrago, la cesárea no goza de mejor reputación, más, si se han utilizado grapas para cerrar el corte en la piel que provocó el bisturí.
En algunos hospitales públicos, no existen pinzas adecuadas para retirar la grapas en la piel y por ayudar a las pacientes muchas enfermeras intentan “a la mexicana” retirar esos metales, haciendo que las mujeres recuerden hasta el pecado de Eva y la condena del creador.
Una vez que los hijos nacen, la madre se envuelve en el prototipo de mujer fabricado por la sociedad, en tiempos donde sólo aspiraba a tener hijos y “aguantar” la cruz del matrimonio.
Pero hoy, el 60 por ciento de las mujeres en México, con base en cifras del INEGI, es una madre trabajadora que no lucha con el cansancio provocado por la casa, sino con la culpa de dejar a sus hijos en la guardería y no contar con tiempo ni para ellos ni para ella.
María Isabel Caldú, académica de la Universidad Iberoamericana, dijo que este sentimiento se origina en las mujeres porque ahora se espera que además de ser madres perfectas, deben ser buenas esposas, excelentes profesionistas y atractivas.
Sin tiempo para conocerse y al no cumplir las expectativas que exige la sociedad se genera la insatisfacción personal.
La investigadora asegura que la mujer no cambia de identidad si decide ser madre, al contrario la modifica y la amplia.