Por Itzchel Moreno
Los días de María comenzaban a las siete de la mañana, decía que no había motivaciones con el nido vacío, su andar era pesado y la rutina parecía agobiarle.
Ser divorciada cerca de los cuarenta años de edad, le hizo vivir temerosa al principio, su marido le reprimía, le amenazaba y varias veces le agredió.
Un día huyó a lado de los hijos, volvió algunas ocasiones sólo para comprobar que su vida corría peligro.
Con los años María se sumergió en la religión, parecía fiel a todo lo que dictaba su guía espiritual, el pastor o sacerdote.
Su imagen puritana, centrada e inmutable sólo ocultaba sus deseos mientras estos dormitaban.
No se ocupó de curar el interior, no se permitió equivocarse…
Un día, cuando vio a lo lejos el ocaso de su vida, se encontró a un hombre y sintió que estaba enamorada, se emocionó porque al fin sentía que alguien le cuidaba.
Vigilaba sus pasos, pero ella decía que estaba al pendiente de su llegada.
Respondía su celular y ella argumentaba confianza…
Al poco tiempo las amistades se marcharon…
Por temor, nunca dijo que se sentía infeliz, por temor, no dio marcha atrás a la sensación de dolor.
Pesaba mucho más la soledad y por fin sentía tener “un hombre”…
La tercera primavera, es el tiempo en que las mujeres y hombres llegan a la edad de 60 años, se jubilan, desean descansar agobiados de las presiones
Luego de los 59 años el 6.2 por ciento de las ellas prefiere la soltería, mientras que ellos en un 75.7 por ciento siguen casados o buscan a alguien que les atienda.
Pero otros como María, apenas se permiten amar en este tiempo y con la edad el corazón duele más.
María, por temor a la crítica de una equivocación a los 60 años permaneció a lado de un hombre que en sus últimos días buscaba un espacio para vivir.
A María le habían enseñado bien en casa que las mujeres atendían a los hombres, y sin percatarse despertó los últimos años de su vida aparentando amor, para evitar la soledad del domingo.