Por Itzchel Moreno
Hace más de dos décadas, cuando las adolescentes teníamos el primer período menstrual heredábamos los mitos de la época que aún circulaban en el ambiente.
Te negaban determinados alimentos y aquellos días de mujer parecían un calvario ante el resto de las señoras.
Eran tiempos donde las mujeres se liberaban, casi negaban su naturaleza y generaban las primeras rivalidades con los hombres.
En el Museo de la Menstruación creado por un hombre Harry Finley en Estados Unidos (www.mum.org), se puede conocer a través de varios emails y un recorrido virtual, las diferentes etapas que atraviesa la menstruación en la historia.
En este museo aparecen fotografías de las primeras toallas sanitarias llamadas Kotex, por la marca que los lanzaba al mercado en el año 1921 y lo que sería el primer paso de toda una empresa que facilitó la vida de las mujeres.
La abuela que nació antes de esta época pasó los días con compresas de tela entre su ropa interior, seguramente las lavaba en algún río cercano o con agua de lluvia contenida en algún balde.
Con base en los datos históricos del Museo de la Menstruación, podemos deducir que es a la compañía Kimberly – Clark, a quien le debemos parte de la feminidad aprendida en la primera mitad del siglo XX, pues a través de un folleto titulado “Preparándose para la feminidad”, y descrito en el link del Museo de la Menstruación por Lynn Peligro, nos percatamos de su contenido.
En aquel texto se sugería a las niñas que la adolescencia era la mejor etapa para prepararse hacia el ser mujer, con los estereotipos que por años marcaron la línea rosa por donde se daban los primeros pasos de princesa, hasta convertirse en la reina amada, con todos los dominios en el hogar y con el cargo de ecónoma.
Era el momento decía, de cuestionarse bien así mismo sobre el hecho de ser mujer, pues si sentías la menstruación como una carga o tremendo malestar, significaba que estabas mal emocionalmente por no aceptar tu condición de ser, que no era más que la de hacer confortable la vida del varón.
Hoy sabemos que no hay nada de malo en aceptar o negar esas emociones, en ocasiones las hormonas se equivocan, otras podemos vivir la vida en rosa enamoradas de nosotras mismas, las mujeres.
Todo estará bien para cada una mientras le permitas libertad a tu ser y deambules sin culpa.