(Agencia)
Ciudad de México.- En la Huasteca Potosina se extiende un área montañosa y otra muy plana con rumbo a la llanura costera del Golfo de México, casi completamente dedicada a la agricultura. No obstante, en la parte montañosa también puede observarse la extensión de parcelas y cambio de uso de suelo.
Desde hace una década, Leonardo Chapa Vargas llegó como investigador al Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICYT), donde ubicó éste y otros problemas de conservación en la región. En una revisión de investigaciones realizadas fuera del país, observó además que algunas aves migratorias no tropicales habían disminuido su población tanto en Canadá y EU, regiones de reproducción, así como en sus hogares de invierno en nuestro país y Sudamérica. Inició a investigar qué sucedía con las aves de la Huasteca y, a su vez, con las poblaciones de murciélagos. Encontró un vínculo entre ambos problemas medioambientales.
A finales de la década pasada, se gestó un proyecto de investigación financiado por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos, interesado en la conservación de las aves migratorias dentro y fuera de su territorio. Fue entonces que el investigador de División de Ciencias Ambientales IPICYT emprendería un estudio más a fondo que reveló información sorpresiva con la que podrían sacar mucho provecho de una solución.
El proyecto consistió en estudiar a las comunidades de aves y murciélagos en diferentes tipos de bosques en la región y encontraron que la vegetación desarrollada en sitios agrícolas abandonados hace ya más de 20 años mantiene a muchas de estas especies.
“Posterior al cambio de uso de suelo, muchas parcelas se abandonan y con el tiempo la vegetación llega a cubrirlos como a algunos bosques maduros”, explica en entrevista el investigador. Esto es posible gracias a que aves y murciélagos ofrecen sus servicios ecológicos de polinizar, transportar y esparcir semillas a lo largo de estos territorios alterados por el hombre.
Después, los científicos del IPICYT compararon estos bosques, llamados sucesionales, con otras selvas y bosques maduros, para averiguar si las comunidades de ambas especies eran similares o equiparables. Y así fue.
EJIDATARIOS. Los investigadores iniciaron la identificación de sitios potenciales para la conservación de murciélagos y aves residentes y migratorias, que ayudarían a mantener esas parcelas olvidadas, pero que formarían parte de bosques sucesionales (o secundarios).
“Posteriormente, iniciamos a trabajar con organizaciones no gubernamentales que tenían acercamiento con las comunidades ejidales donde había bosques secundarios, formados después de los campos de cultivo abandonados”.
Los ejidatarios firmaron convenios legales de conservación donde acordaban con los organismos participantes, entre ellos dependencias de gobierno, mantener parte de sus ejidos sin cambio en su uso de suelo —20 mil hectáreas a lo largo de 20 años— para proveer de hábitat a los plumíferos y quirópteros vecinos. Por su parte, las comunidades fueron asesoradas para incorporarse a programas de compensación por captación de carbono para obtener recursos y se establecieron, además, otros gubernamentales, estatales y federales, como el Programa de Empleo Temporal para restauración de tierras ejidales. Así se logra mantener la sustentabilidad de aves, murciélagos, bosque y humanos.
Por otra parte, el investigador del IPICYT añade que estos terrenos son de mucho valor, puesto que al estar fuera de Áreas Naturales Protegidas (ANP) son complementarias para la conservación. No obstante, enfatiza, es importante incrementar este tipo de proyectos e incluso avanzar en la designación de más ANP, como la propuesta de la Sierra Madre Oriental, que incluye una parte de la Huasteca Potosina.
Este ha sido un ambicioso proyecto, dice Chapa Vargas, sólo posible por la suma de esfuerzos. Pero favorecerá igualmente a todos, principalmente a las personas más allá de los programas de apoyo, aunque este beneficio podría pasar por desapercibido.
“El servicio ambiental de aves y murciélagos provee de polinización, que es vital en la agricultura; por otra parte, dispersarán las semillas que regenerarán el bosque a largo plazo, lo que permite la regulación del clima. Son servicios ecosistémicos a los que podría no asignarse un valor económico, sin embargo, son algo que la humanidad requiere para subsistir”.