Por Itzchel Moreno
No se descubre el clítoris hasta el momento en que una mujer llega a la adolescencia y comienza a interesarse por lecturas en torno a la sexualidad femenina.
Las palabras hablan de su existencia, pero en la anatomía, el clítoris, parece aquella legendaria isla de Avalón… todos la sitúan en algún punto cardinal en la tierra, pero pocos la encuentran y hay menos seres que llegan a probar las delicias que encierra.
En los primeros libros de adolescencia, aquellos que erizaban la piel y te hacían sentir poseedora de una imaginación pecaminosa, sugerían pararte de frente al espejo desnuda, tocar tu cuerpo para conocer cada una de sus partes.
Así se descubría el clítoris y se experimentaban también sus reacciones…
Lo hacíamos las mujeres de occidente, las que no sufrimos como los 40 millones de niñas que fueron mutiladas en algún lugar del mundo.
A muchas de nosotras nos duele nacer mujeres por el simple padecimiento de un síndrome premenstrual, pero de ser madre en África, me dolería engendrar niñas que en algún momento de su vida lloraran mientras las tradiciones les arrastran para mutilar su clítoris.
Con base en cifras de la UNICEF y Amnistía Internacional. La práctica está arraigada por costumbres africanas.
Además de los daños psicológicos, del dolor, las infecciones y hemorragias, la mutilación es uno de los abusos de género calificado como salvaje en el mundo y por la edad en que se práctica, un abuso a la infancia.
El pasado 9 de Junio, durante los primeros quince años del siglo XXI, Nigeria se apuntó en la historia, al convertirse en el país, número 23 de África, que prohíbe la mutilación femenina.
El proyecto del presidente de Nigeria Goodluck Jonathan, no sólo frena las afectaciones psicológicas, sino también la seguridad de los niños, pues se interesó en penalizar también el abandono económico de parte del hombre a la mujer y sus hijos.
Se cree que existen 137 millones de mujeres en el mundo que fueron mutiladas, muchas de ellas están casadas, pero perdieron parte de su anatomía femenina antes de tener la curiosidad en el espejo de conocer su cuerpo.
Muchas de ellas no sobreviven, no comprenderán lo que ocurrió, sólo sintieron que el dolor durmió sus piernas y luego la obscuridad del lugar se hizo eterna.