(Agencia)
Ciudad de México.- Llegar a las Grandes Ligas es el sueño de todo pelotero que creció jugando al Rey de los Deportes en las ligas locales, son muchos los que prueban suerte, pero pocos los que pueden hacer realidad su sueño de la Gran Carpa.
Octavio Arroyo, pitcher tijuanense, quien fue seleccionado por los Marlins de Miami en la ronda número 24 del Draft 2015 de Ligas Mayores, tiene una peculiar historia, que aún no comienza para poder lograr su sueño.
Arroyo fue deportado a finales de marzo. Por tres años, vivió como ilegal justo al norte de la frontera con una tía, en San Ysidro, California; fue detenido en la frontera de los Estados Unidos el 29 de marzo por mal uso de su visa, y los agentes fronterizos lo regresaron a su México natal.
Él pasó su niñez cruzando de un lado al otro de la frontera, sin considerar que un lado podía ofrecer más que el otro y nunca se preocupó de quedarse atrapado en el lado equivocado. Es el más joven de media docena de primos, todos beisbolistas, algunos viven en México y otros habían nacido en los Estados Unidos.
Su madre y él tenían una visa B-2 de turista, lo que significaba que podían viajar a los Estados Unidos en cualquier momento para visitar a la familia o ir de compras, siempre y cuando no se quedaran a trabajar o asistir a la escuela. Durante la primera década de su vida, Arroyo no comprendía que estaba cruzando de un país a otro cada dos o tres semanas. Lo que sí sabía es que las calles de un lado se volvían más anchas, los edificios más lujosos, los baños más limpios, los Doritos más caros. “Nueva Tijuana”, así es como se refería sobre Estados Unidos.
Y pronto, con algo de práctica, las mentiras en la frontera eran cada vez más fáciles. Cruzaba hacia Estados Unidos cada domingo para quedarse con su tía de lunes a viernes. Después cruzaba hacia Tijuana para visitar a su madre y abuelos los fines de semana.
El prospecto lanzador mexicano continuó mostrando su visa de turista para entrar sin problemas. Había recibido consejo de jugadores anteriores de San Ysidro, sobre “cómo cruzar desapercibido: Usa ropa fina. Mira al oficial a los ojos. Da respuestas amables y específicas”, les dijo a los oficiales fronterizos, una y otra vez, “Vengo solo de visita”. Decía que iba a comprar comida para su madre en Wal-Mart. Solo quería unos pantalones del centro comercial o practicar beisbol con sus primos, o ver una película que no se había estrenado fuera de los Estados Unidos.
La vida como miembro de las Pequeñas Ligas en la frontera le proporcionó una ventaja competitiva, porque él y sus amigos siempre pudieron jugar en, por lo menos, dos equipos. “Viaje por todo California para perfeccionar mi mecánica durante campamentos de verano y ligas viajeras. Lancé dos días consecutivos contra hombres de 40 años de edad en las ligas de edad variada de Tijuana”.
Sin embargo, en uno de eso pasajes, no “la libró”, como dice el fronterizo. El agente miró su computadora, donde podía ver que Arroyo había cruzado con visa de turista prácticamente cada semana durante tres años, más de 100 veces en total, generalmente en viernes y domingos. El agente le preguntó a Arroyo si estaba asistiendo a la escuela en los Estados Unidos, y Arroyo respondió que no.
El agente le pidió ver su celular y Arroyo se lo entregó. Había fotografías de Arroyo vistiendo sudaderas de San Ysidro High, y el agente comenzó a escribir un informe en su computadora. “Posibilidad de que Arroyo Sánchez Octavio esté viviendo en los Estados Unidos de forma ilegal”, escribió, y después envió a Arroyo a una sala cercana para realizar una interrogación secundaria.
Dos agentes fronterizos se sentaron al otro lado de la mesa de Arroyo. “¿A qué vienes a los Estados Unidos?”, le preguntó uno de nuevo, y esta vez Arroyo dio una docena de razones, una historia más cercana a la verdad. Iba a visitar a su familia, dijo.
—¿Estás yendo a la escuela en los Estados Unidos?”, le preguntó de nuevo uno de los agentes fronterizos. “A veces”, recuerda haber dicho Arroyo, porque parecía claro que ellos ya sabían.
Uno de los agentes abandonó la sala y llamó al distrito escolar de San Ysidro, donde un administrador confirmó que Arroyo estaba registrado. Los agentes revocaron la visa de turista de Arroyo y le prohibieron volver a entrar en los Estados Unidos.
Cualquier culpabilidad que haya sentido o dudas sobre si había tomado la decisión correcta o no, se borraron en esta primavera durante su último año escolar. Su bola rápida de 91 millas por hora (146 km/h), junto a su registró de 25 ponches en 15 entradas, con una efectividad de 0.42. Estaba bateando .542 en ocho juegos. Se había robado 18 bases en 18 intentos. Su promedio de calificaciones subió y se sentía cómodo en San Ysidro, donde el 80% de los alumnos hablaban inglés como su segundo idioma.
Arroyo se pregunta: ¿No muestra falta de carácter registrarse en una secundaria al que no se tiene derecho a asistir, construida por los contribuyentes de otro país, utilizando una dirección que pertenece a su tía? ¿Cómo reuniría el valor necesario para mentirle a un agente fronterizo uniformado sobre sus motivos para entrar en los Estados Unidos?
Lo mejor de todo, según Arroyo, el presidente Obama había aprobado la Ley Dream, lo que significaba que si Arroyo pudiera completar sus últimos tres créditos de preparatoria que le faltan e inscribirse en una universidad, tenía buenas posibilidades de obtener la residencia permanente.
Arroyo escuchó de su selección con los Marlins, en la casa de sus abuelos en Tijuana, donde ha vivido desde que fue deportado el pasado 29 de marzo. Había estado al tanto de las selecciones del draft en una conexión inestable a Internet junto con su primo y su madre.
Aunque Arroyo fue seleccionado, su camino de vuelta a los Estados Unidos sigue complicado. Los Marlins tendrán que ayudarlo a procurar una visa de trabajo para que pueda entrar al país, un proceso incierto que en algunas ocasiones toma meses. Otra opción es que los Marlins lo pongan a jugar en México o en alguna otra liga extranjera en caso de que no pueda inicialmente entrar de vuelta a los Estados Unidos.
Por lo pronto está a 1.609 kilómetros de las jaulas de bateo, donde practicaba con sus primos la mayoría de las tardes entre semana. A 1.609 kilómetros de convertirse en uno de los jugadores más celebrados del Sur de California, y ganar un estimado de seis cifras por concepto de bono a la hora de firmar como jugador seleccionado en la parte media de la MLB.
“Mi mayor temor es simplemente desaparecer”, señaló Arroyo, el gran prospecto mexicano para las Grandes Ligas.
Los mexicanos han dado mucho de qué hablar, desde Fernando Valenzuela hasta hoy con Adrián González. Poco a poco se han ido abriendo paso y esperamos ver pronto a Octavio vestido de beisbolista, debutando en un parque de pelota en Estados Unidos.
Pero él no se rendirá, y así como él hasta el día de hoy, 114 peloteros nacidos en México han jugado en Ligas Mayores. Pero a más de 80 años del debut de Baldomero Melo Almada, parece que el sueño se vuelve cada vez más complicado.