¿Qué resultaría si alguna vez una mujer hablara de sus hombres?…
Una vez, una amiga despertó sola en su cama, había decidido desde muy joven vivir para sí misma y ser feliz por proceso, no por producto, es decir, ser feliz sin importar a quien o que tuviera a su lado.
Esa mañana lluviosa de domingo a mediados del mes de Septiembre abrió los ojos y sintió su piel, recordó las veces que había amado justo al amanecer, cuando las cortinas de alguna habitación se esmeraban por mantener a una pareja de amantes en penumbra, mientras estos se fundían una y otra vez en sus instintos.
Cuando comenzó a despertar en otras camas, fue casi al finalizar la década de sus veinte. Luego como dijo Rubén, vendrían los veinte master, para nunca dejar de ser joven o comenzar a ser hipster.
Ella no sabía exactamente en que se había convertido, sólo sabía que no podía dejar de amar, a quién, qué importa, sólo amar.
En esos ideales no faltó el galán con sobrepeso cerca de los cuarenta que parecía que le hacía el favor y se dejaba usar.
Él padecía a esas alturas Abnea, la enfermedad del sueño. Y a medio acto estaba sin querer roncando.
La decisión era difícil, hasta que se tornó aburrida y cayó en cuenta: “por eso lo dejaron”.
No faltaron los ex novios de los diecisiete años que orillados por el hastío de sus vidas familiares deseaban iniciar un “free”.
Y pensaba: “si hacerlo con el mismo es aburrido luego de diez años, imagínate lo patético de un ”affaire“, cuando mienten, te mienten y se mienten a sí mismos”…
Luego llegaron los que deseaban reivindicarse por el peso de la edad, los jóvenes con las fantasías de una madura, los que nunca se dieron por vencido y aquellos que esperaban que se quedara.
Sólo hubo uno que la hizo detenerse, uno que cocinó para ella, que le abrazo toda la noche y la lleno de caricias al despertar…
Su bendición a diario aún la extraña… ella se metió entre sus sueños, él más de una ocasión en sus letras, ella se permitió vivir, él se dejó invadir… más ninguno se arrancó el alma.
En otro tiempo hubiera sido su amor, pero ella acostumbrada a viajar, no se quedó.
Algunas mañanas casi deprimentes lo recuerda.