Por: Itzchel Moreno
Cada mes ella pedía permiso para faltar al trabajo, se sentía mal, decía.
Se quejaba de jaqueca, de fuertes cólicos que según ella, le impedían trabajar.
Otras se sentían sucias, y repetían en el baño: “Es que anda mala”…
¿Mala de qué?…
Cuando la menstruación es parte de la esencia femenina no se puede estar enferma, incluso hay quienes ligan a la mujer en este proceso natural con la espiritualidad, con energías altas en el tiempo de ovulación y con la renovación durante los días del ciclo.
Incluso la biblia advierte que el varón no debe tocar a la mujer en estos días por considerarse impura, está sucia.
Sin embargo, dicen las mujeres apegadas al feminismo que estas ideas fueron creadas por los hombres en aras de poner trabas a la mujer en su desarrollo profesional, en su sentir y en sus ganas.
Porque justo un día antes dan más ganas de amar, de besar, de abrazar… Otros sentimientos como la irritabilidad también llegan, pero en los tiempos actuales estos se ligan más al uso de los anticonceptivos.
Una amiga, llegó una vez comentando a una reunión que a su hermana le harían un estudio bastante sofisticado porque no encontraban el origen de los dolores que taladraban su cabeza a diario. Otra dijo con seguridad: “¿Cuánto tiene su hijo menor?”, – trece años, respondió Liz.
“Pues dile que deje los anticonceptivos, pero ya. Y verás que eso se le quita. Así me pasaba a mí. Y me enojaba con ganas de matar”.
Y la verdad, es que eso ocurre, les pasa a muchas mujeres que optan en tiempos modernos por los anticonceptivos de nueva generación que además te inhiben el período menstrual.
Todas son felices sin los clásicos olores de esos días, se han olvidado de conocer su cuerpo e incluso contactar con él. Porque a las mismas mujeres parece avergonzarles menstruar, así advirtieron las abuelas, así dijo la mamá y así lo repitieron las hijas.
Sin embargo, conocer el cuerpo y atreverse a aceptar el período como parte del ser mujer, es también liberación, es reconocer que tienes la capacidad de dar vida cada mes y que sólo un día eres fértil.
Es reconectarte con el interior para sentir como se arrancan de tu interior deshechos para la renovación de tu propio organismo.
Sólo lo sientes a los veinte, porque al final de los cuarenta en ocasiones los ciclos son cada vez más cortos, los gastos son menores en toallas sanitarias y tampones, y la mujer con el reloj biológico integrado, comienza a notar que es “vieja”, que su organismo está cambiando.
Hay quienes llegan al grado de sentir que se han vuelto inútiles, porque su función de procrear se está marchando.
Otras dicen orgullosas a los cincuenta: “Todavía funciono”.
Pero esas ideas también va ligada al pensamiento masculino en su afán de dar o no utilidad, a los seres que a diferencia de ellos poseen una vagina.
En la actualidad algunas feministas se han apuntado en campañas que permiten la aceptación femenina, porque los publicistas se enfocan en el olor de ellas, pero nadie se atreve a decirles a ellos que si no cuentan con una circuncisión, también guardan olores.
Para ellos no hay gel específico que logre el bloqueo de su aroma, pero las mujeres en cambio deben estar listas, siempre listas, dicen los anuncios.
Decidan ustedes, decidan las mujeres, vivir experiencias que ellos no vivirán… A gozarla y enseñen a otras pequeñas a no avergonzarse de su cuerpo, ni sus procesos, ni los aromas que el baño diario logra disipar… lo demás sólo huele a ti viviendo la experiencia de un ciclo femenino.