Por: Itzchel Moreno
Cuando estaba en casa, la vida transcurría en el remojo de los calcetines blancos, descongelar la carne para la comida, lavar, a veces planchar antes de dormir, al día siguiente buscar un espacio para ella.
Ya había cumplido los 30 años y su guardarropa no tenía más que sandalias, jeans y playeras…
Su cuerpo que había conquistado al marido se había perdido, no por falta de interés, sino por falta de tiempo.
Porque el tedio de las tardes mataba y más los fines de semana que él sí podía salir de casa y extraviarse con los amigos…
Y pensaba en todo lo que su madre le había inculcado, que las mujeres deben ser dulces, recatadas, mujeres de un solo hombre, las “catedrales”, aunque los hombres mexicanos gocen de predicar los evangelios en las capillas.
Luego de ser madre, soportó que le dijeran que su cuerpo ya no era como antes, él no sentía como antes y le parecía que ni ella era como antes…
Eso deprimía, pero el día en que salió a trabajar descubrió de nuevo la gentileza de las personas, alguien le dio las gracias por atender la llamada, por pasar las copias, por sonreír.
Más tarde llegó aquel que si la sentía, para quien era bonita y así como las mujeres amantes se han convertido en los pilares emocionales de los hombres.
Aquel hombre joven se convirtió en el sostén de su corazón…
Pero ellas no pueden contarlo, porque los roles patriarcales son estrictos… porque ellas son “malas” mujeres si se atreven a vivir una aventura sexual que socialmente sólo se les permite a los hombres.
Una investigación de Karina Yañez Castañeda y Tania Esmeralda Rocha Sánchez, de la Facultad de Psicología en la Universidad Iberoamericana, denominado “Experiencias y Significados de la Infidelidad Femenina” (2014), reveló que aun cuando las mujeres tienen el terreno de la infidelidad casi prohibido, lo exploran, más de lo que ellos imaginan.
Las encuestadas revelaron que es la falta de atención de sus parejas, el factor que les seduce, pues en la mujer existe la necesidad de sentirse cortejada y esto responde a las formas de amor que se construyeron en la cultura mexicana.
El estudio develó también que las mujeres viven relaciones de infidelidad largas y estables, relaciones de una sola vez o relaciones constantes con un coprotagonista distinto.
Pero en todas se liga a la sexualidad con los sentimientos, sin embargo, todas luchan consigo mismas, unas por la educación que recibieron en el seno familiar, otras por la exagerada libertad para ingresar a una relación y la escasa o nula entrega de sentimientos.
Al final unas aceptan los roles tradicionales por mantener el estatus de mujeres “bien” dentro de la familia, los hijos y su posición social.
Otras se confrontan con los patrones de mujer impuestos, sin embrago, todas se están adaptando y en breve, concluyen las autoras, la infidelidad protagonizada por mujeres podría romper con el modelo de la pareja ideal.