Por: Claudia Zapata
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Pablo Leyva Ramírez, es un pequeño inquieto, de 11 años que como muchos le gusta y sabe de las nuevas tecnologías.
Con su tablet, un short y una camiseta; sencillo, así se le ve comúnmente.
Él nunca se imaginaría ser parte fundamental en la localización de su tío Eduardo Chenandoa.
Era sábado. En Isla Mujeres, Quintana Roo es día de trabajo para la familia Ramírez Santiso, y Pablo aprovecha para jugar en la playa; pero ese 25 de abril, fue un día distinto para todos.
Un terremoto de 7.8 grados se registró a las11:57 am (hora local) del sábado en Katmandú, Nepal; pero en México la noticia que congeló a la familia Santiso llegó a las 9:00 de la mañana.
“¡Chenan esta ahí!”, exclamó Huitzi y rompió en llanto. Y es que las imágenes eran aterradoras. Dudas, consternación e impotencia invadieron a la hermana.
Pablo observó el rostro de su mamá Huitzi Ramirez Santiso y de inmediato palpó la angustia, pero el sólo escuchaba, miraba y buscaba en privado un dato en su tablet.
Luego vinieron las preguntas de un niño de 11 años, seguidas de inciertas respuestas.
Pablo continuaba observando e indagando en el teléfono de su mamá.
“Yo sé como encontrarlo”, expresó Pablo.
Entre la incertidumbre de qué paso seguir, su mamá y abuela prestaron atención al niño pero no entendían lo que quería decir.
De inmediato se abrió un canal de comunicación con toda la familia en México, desde Cancún hasta Tamaulipas y Canadá para coordinar una búsqueda paralela a la que las autoridades migratorias de México y la India emprendieron, una vez tuvieron conocimiento de que se buscaba a uno de los muchos mexicanos en Nepal al momento de la tragedia.
Pablo insistía. Intentó recordar la última vez que lo vio su mamá en su teléfono, “…pícale ahí y va a parecer un mapa donde estaba la última vez que hablaste con él”.
Huitzi seguía sin entender. Las llamadas telefónicas entre la familia no cesaban, se optó por abrir un grupo en las redes sociales, armar un equipo de trabajo, todos tenían una comisión y la misión era Chenandoa.
Las noticias daban cuenta del número de muertos y el caos en Nepal, la angustia crecía.
“Aporten ideas, pistas, datos”, propusieron entre todos.
Se armó una campaña en redes sociales mientras las autoridades hacían su parte.
Pablo seguía observando a todos, escuchando, esperando; “¿y cómo va todo, mamá?”.
“No sabemos dónde estaba antes del terremoto”, le contestó Huitzi.
“Mamá yo se cómo encontrarlo, insistió Pablo.
Siguieron pasando las horas. Las noticias eran peores, se sabía que varios mexicanos se reportaron fuera de peligro pero faltaba uno.
Los medios de comunicación difundieron la fotografía de Chenandoa y el tema se hizo viral en Internet.
En México otra hermana de Chenandoa, Itzel, daba la cara a los medios informativos; en Tamaulipas se hizo un equipo de difusión intenso; en Canadá Citlalli, otra de las hermanas movilizaba a las autoridades, pero nada, ya habían pasado mas de 36 horas.
Se decidió variar la estrategia, “difundiremos un mapa”, se propuso.
“¿Quién tiene ubicaciones?”
Itzel y Citlalli enviaron lo que tenían.
Pablo seguía observando, escuchando indagando en su tablet.
“Sigan mandando mapas, ubicaciones”, se instruía.
“Pablo me quitó el celular y me mostró dónde estaba mi hermano la última vez que platiqué con él en el Facebook”.
Pablo le pidió a su tío Alberto -hermano de Chenandoa- que le prestara su celular porque él había hablado con Chenan una hora antes del terremoto.
“Mira pícale ahí, ese es el mapa del GPS ahí debe estar”, explicó Pablo.
El mapa fue enviado de inmediato a la Secretaría de Relaciones Exteriores en México y a su vez se envió a las autoridades de la India y en 10 minutos hablaron, “ya lo encontramos”
Ya era la 1:00 am del lunes 27 de abril.
Chenandoa fue contactado sano y salvo.
Pablo fue a la escuela y sigue su rutina y sólo espera a su tío Chenan, de vuelta en casa.