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Ciudad de México.- Un telegrama del 17 de mayo de 1911 que envió Francisco I. Madero a Porfirio Díaz (1830-1915) anunciando el gusto por su renuncia, dos cartas escritas de puño y letra por el general oaxaqueño, así como fotografías de personas que pedían empleo al entonces presidente del país, forman parte del millón de documentos del Archivo Porfirio Díaz, resguardado en la Universidad Iberoamericana y que desde 2005 está inscrito a la Memoria del Mundo de la UNESCO.
“El acervo cubre desde 1840 a su muerte y lo formó el mismo general Porfirio Díaz. Se trata de su correspondencia particular y las respuestas que dio a las diferentes cartas que la población le envió, entre ellas, personas con autoridad política, social, religiosa, pero también gente común que le exigió cumplir obligaciones”, señala María Eugenia Ponce, encargada del archivo.
Actualmente parte de este acervo se encuentra en exhibición en la Galería Andrea Pozzo de la Universidad Iberoamericana y a la par, la investigadora Ponce junto con alumnos, trabajan en la digitalización de las misivas porfiristas que forman parte del corpus de la biblioteca universitaria Francisco Xavier Clavijero.
“La parte más fuerte de este acervo es la correspondencia de 1876 a 1911. Lo que nosotros hemos hecho es digitalizar los 15 primeros años del régimen, pero son la menor correspondencia porque a medida que avanza el régimen aumenta el número de cartas”, precisa la académica.
—¿Han solicitado material para el centenario de la muerte de Díaz?
—El equipo de Krauze nos pidió información y materiales, National Geographic está haciendo un programa y también nos solicitó algunos documentos, al igual que el primer regidor de de Oaxaca, quien organizará una exposición con material digitalizado, entidad que el próximo 2 de julio celebrará un congreso nacional sobre la figura de Díaz en la economía, literatura y política.
María Eugenia Ponce detalla que el archivo está organizado cronológicamente y, dentro de cada mes, existe un orden alfabético, el cual asignó el secretario principal de Díaz: Rafael Chousal (1855-1916). “Este secretario hizo, hasta 1906, una especie del listado de la correspondencia que recibía Díaz, la ordenó por apellido de los remitentes y se puede decir que era el secretario principal, porque a veces el general recibía hasta 25 mil cartas por año”.
Por esta situación, Díaz debía tener un equipo grande para organizar y dar respuesta a las cartas; sin embargo, esas contestaciones eran dictadas y escritas por alguien más, ya que sus secretarios le leían un breve resumen de la misiva y él daba una respuesta que debían hacer llegar.
—¿Tienen cartas firmadas y escritas por Díaz?
—Hay pocas cartas de la mano de Porfirio Díaz, sobresalen dos: cuando Manuel González es el presidente y Díaz está en la gubernatura de Oaxaca y la que envía a Manuel Romero Rubio, su suegro, pero que también era senador.
“Tenemos una sección del archivo que se llaman copiadores, es decir, la copia de las cartas que le mandó a los gobernadores y ahí aparece la firma de Díaz, son pocas, pero existen algunas muy valiosas”, indica.
Sin embargo, una parte de la correspondencia más atractiva es la que sostuvo Díaz con la familia de Francisco I. Madero, entre ellas, cuando el revolucionario le envío su libro La sucesión presidencial en 1910.
“Madero le manda el libro para decirle que hay elementos de abuso de poder que necesitan un cambio. Otro ejemplo es la carta de Evaristo Madero, donde se desliga de Francisco I. Madero diciendo que en una familia hay toda clase de personalidades y que, en este caso, su nieto tiene conductas que se las achaca al espiritismo, lo cual es explicable porque la familia de Madero tenía negocios en Coahuila y temían que cerraran sus créditos bancarios”, comenta.
Aunque las cartas con la familia Madero no pasan de la veintena, también sobresale un telegrama del 17 de mayo de 1911, donde Francisco I. Madero aplaude la renuncia de Díaz a la presidencia. En dicho documento se puede leer:
“Acabo de saber que para evitar mayor derramamiento de sangre ha manifestado usted la intención de retirarse del poder antes de que termine este mes. No me quedaré atrás al tratarse de un acto que redundará en bien de la patria, yo también renunciaré pero para que ambas renuncias tengan el patriótico fin que esperamos es indispensable la renovación completa de su gabinete dejando únicamente al señor De la Barra y no admitiendo al general Bernardo Reyes, si usted acepta mi indicación mañana estará todo México en paz”.
EMPLEO, ESPIONAJE Y RECLAMOS. El Archivo Porfirio Díaz, precisa María Eugenia Ponce, también contiene más de 500 fotografías con cartas adjuntas, donde las imágenes corresponden al rostro de los remitentes que, en su mayoría, pedían empleo al entonces mandatario.
“No son fotografías de Porfirio Díaz, son de la gente que le mandaba cartas con su foto porque en esos momentos se tenía la creencia de que si uno veía la fotografía, podía conocer al emisor de manera profunda. Se piensa que la fotografía no se puede alterar, entonces consideran que la fotografía le daba al presidente, idea de si la persona tenía cualidades a favor de su petición”, explica.
A lo largo del régimen porfirista las solicitudes son de empleo, ayuda económica y a medida que se acerca el final de su gobierno, hay quejas de tipo político.
“De 1907 en adelante sí hay quejas de que se ha olvidado del pueblo ante la crisis económica y se puede decir que hay una especie de reclamo, pero no es un sentir generalizado porque permanece la imagen de que Díaz es el padre de los mexicanos, argumento que se utilizó como padre benevolente o como padre desobligado”, explica la académica.
María Eugenia Ponce añade que hay gente que le escribió diciendo que era una persona muy capaz y que supo gobernar, pero los jefes políticos o gobernadores de las entidades no tenían esas cualidades y a través de las cartas, le piden que haga algo para mejorar la situación.
“No es la generalidad que se expresen mal de él, porque es curioso que aun cuando le están diciendo que la situación es tan mala, no lo culpan, siempre dicen que es otra persona que lo está afectando directamente, incluso hay quien lo disculpa porque dicen que no puede estar al tanto de pormenores, lo entienden pero le mandan la carta para que esté enterado”, señala.
La investigadora expresa que desconoce si el archivo fue expurgado antes de que llegara a la universidad, lo que sí es un hecho es que Díaz vigiló a muchos disidentes como los Flores Magón, por lo cual, la gente sentía temor de represalias por mandar misivas con críticas al gobierno.
HISTORIA DEL ACERVO. María Eugenia Ponce platica que este archivo llegó a la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero organizado por años y folio, trabajo que realizó la Universidad de las Américas de Puebla, anterior dueño del acervo.
“Cuando Díaz sale exiliado, encarga el archivo a una persona de su confianza: Santacruz, éste juntó los materiales y en la propia casa del general, los colocó en un cuarto que selló. Después la casa, a propuesta de Vasconcelos, fue rentada, después perteneció a la embajada alemana en México y años más tarde, por órdenes del hijo de Díaz, se quitó la pared y se recuperó el material”.
La familia del general que regresó al país en 1935, tras la amnistía decretada por Lázaro Cárdenas, entonces decidió entregar el archivo en comodato al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y posteriormente a la Universidad de las Américas. Ya en 1978, se formalizó la entrega a la Universidad Iberoamericana.
“Quizá influyó que los nietos y bisnietos de Díaz estudiaron en la Iberoamericana, entonces donaron además de los más de millón de documentos, cuadros, cascos, un cañón, una cuñera y ciertos objetos con la petición de que todo lo que fuera de carácter personal se les regresara, por eso es que tenemos fotocopias de las condecoraciones que recibió en el extranjero”, asevera.
Parte de esos documentos y objetos pueden apreciarse en la expo: Porfirio Díaz, historia de un régimen, la cual estará montada hasta el 7 de julio en la galería Andrea Pozzo de la Universidad Iberoamericana, ubicada en Prolongación Paseo de la Reforma 880, Alvaro Obregón, Lomas de santa Fe, 01219, ciudad de México, DF.